Economía y Política

“El empresariado no quiere hacer un análisis de lo que sucede porque teme perder poder”

Promotor del llamado “tea party chileno”, rechaza esa denominación. “Somos una red de personas que hace rato hicimos el diagnóstico que nuestra institucionalidad cumplió su ciclo y ya no es capaz de resolver los problemas reales que afectan a la gran mayoría de los chilenos”.

Por: | Publicado: Viernes 19 de agosto de 2011 a las 05:00 hrs.
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Por Patricia Arancibia Clavel



Sebastián Burr Cerda (62) es un “rara avis”dentro del mundo empresarial chileno. Hombre exitoso y dotado de gran talento, en estos últimos años ha dedicado una parte importante de su tiempo a estudiar filosofía y a tratar de comprender la naturaleza humana y sus códigos.A fines del año pasado, publicó un libro que a la luz de los sucesos que hoy vive Chile y el mundo resultó claramente premonitorio. Titulado “Hacia un nuevo paradigma sociopolítico”, en sus casi 600 páginas hace un certero diagnóstico de nuestra sociedad actual y plantea con una libertad y rigor envidiable, cuáles son los caminos que debe recorrer Chile para salir del marasmo en que se encuentra.

Este texto servirá de base para el encuentro que el 27 de agosto reunirá a un grupo de intelectuales y académicos en un Foro Republicano, que tiene como objetivo pensar Chile desde una nueva perspectiva.



- Eres uno de los promotores de un nuevo movimiento que algunos han denominado el “tea party chileno”. ¿Cuáles son los principios que están detrás?


- Es un error hablar de “tea party chileno”, uno de los tantos eslogans que se tiran al aire sin fundamento. Somos una red de personas que, hace bastante rato ya, hicimos el diagnóstico que nuestra institucionalidad cumplió su ciclo y ya no es capaz de resolver los problemas reales y de fondo que afectan a la gran mayoría de los chilenos. Hemos llamado a un Foro Republicano para humanizar a nuestra sociedad, reflexionar y concretar acuerdos que nos ayuden a transitar a un nuevo paradigma sociopolítico, pues los hechos nos están revelando el fracaso de un modelo centrado, exclusivamente, en el progresismo, economisismo y materialismo, dejando de lado al actor esencial: una persona humana que sea protagonista de su propia vida. Queremos evitar caer en una crisis como la del 73, sea por la vía del caudillismo, del anarquismo o del autoritarismo.



- ¿Es éste un movimiento de derecha?


- Si creer que Chile reclama a gritos mayor participación ciudadana, que es fundamental la expansión de la libertad y de la democracia, que el capital y el trabajo deben asociarse y no antagonizar y si creer que la familia es la institución madre de todo Estado democrático pues genera el equilibrio emocional básico que los ciudadanos necesitan para desenvolverse en la sociedad, sí, pareciera que somos de derecha.



- ¿La crisis de la institucionalidad es sólo política?


- No, al igual que en gran parte de los países de Occidente, Chile está inmerso en una crisis sistémica, fundamentalmente antropológica y cultural que es el resultado de los erróneos modelos basados en las filosofías materialistas de la modernidad. Me refiero tanto al liberalismo como al socialismo que han dejado fuera del escenario al humanismo. De una vez por todas hay que poner al hombre en el lugar que le corresponde en la vida real y en el orden sociopolítico para convertirlo en el protagonista y beneficiario supremo de los avances de la historia.



- ¿Cuál es tu crítica de fondo al sistema político actual?


- Hace muchísimo tiempo que nos estamos dando cuenta que las instituciones políticas están distorsionadas. Estamos frente a un sistema oligarca que sólo se representa a si mismo. La gran preocupación de los políticos es su lucha obsesiva por el poder, olvidándose que su primera prioridad es encontrar caminos de entendimiento y dilucidar las esencias de los problemas que nos afligen. Se quedan en la coyuntura, en quien dijo qué y cómo rebatirlo, en la minucia, en quien gana y es por eso que la ciudadanía no se siente representada por ellos. En síntesis, se dedican a la política y no a lo político.



- Y ¿qué pasa a nivel económico? Chile crece a tasas altas, pero el descontento también se manifiesta…


- Y con razón, porque existe aquí una elite empresarial que -al igual que en los años 70- no ve los problemas de fondo. La concentración de la riqueza es tan brutal, que por ejemplo, hay familias que tienen 
US$ 75 mil millones y después resulta que se saca el promedio del ingreso per cápita y se llega más o menos a los US$ 12 mil. Ese resultado no es real porque la capa del primer 20% se lleva el 40% o más de la riqueza.



- ¿Es el sistema de libre mercado el que genera estas diferencias?


- No, ese sistema económico salvó la macroeconomía, generó un nivel de riqueza y ahorro nunca antes visto en Chile y que nos permite hoy sortear las crisis económicas internacionales. El problema es que no se dio el paso siguiente, cual es, generar una microeconomía de la misma calidad que la macroeconomía, lo que, obviamente, ha afectado negativamente la productividad y por ende, el ingreso de los trabajadores que en su gran mayoría siguen ganando el mínimo. Por otra parte, la PYME -la renovacion natural de la gran empresa- se ha quedado sin posibilidades de desarrollo.



- El empresariado no ha sacado la voz en esta crisis…


- El empresariado no tiene puesta la energía en entender los problemas humanos y sociales de la gente. Están preocupados que las cosas funcionen bien en términos macro, les encanta la OCDE y el ingreso per cápita en términos globales, pero todos sabemos que si lo descremas un poco, se cae por todos lados. Creo que no pueden o no quieren hacer un análisis de fondo de lo que sucede, porque tienen temor a perder poder. Pero el tema no pasa por ahí. Lo que sucede es que el asunto les queda grande y sólo hablan para reaccionar cuando consideran que ponen en peligro su poder. Piden, por ejemplo, más autoridad frente a las manifestaciones, en vez de plantear propuestas audaces contra la desigualdad, la pobreza, la educación. Creen que las cosas son así porque son así , como el sistema gravitacional, que así funcionan en Occidente y se reafirman en ello, sin darse cuenta que la crisis es global y tiene que ver con la injusticia y falta de protagonismo de las grandes mayorías. Su reclamo no es por lo que les pasa, sino por todo aquello que no les pasa.



- ¿Por qué el tema educacional se ha transformado en algo tan complejo de resolver?


- Porque estamos tratando de resolverlo con las mismas piezas del mismo puzzle, sin tomar conciencia que el mundo cambió y que necesitamos un nuevo paradigma. Fíjate que en el Centenario se discutían las mismas cosas que hoy y con el mismo lenguaje: si la educación debía ser privada o estatal, si debía haber o no lucro y si debía ser empirista o humanista. Han pasado 100 años y seguimos en lo mismo, lo que demuestra el agotamiento absoluto del modelo político liberal-socialista.



- ¿Es contra ese modelo que se está rebelando la ciudadanía?


- La rebelión es contra una suerte de impostura moral, contra un país de mentira donde las decisiones y el protagonismo están en manos de un puñado de políticos y la riqueza concentrada en un grupo minoritario. La gente se cansó de ser mera observadora y comparsa y busca tener el lugar que le corresponde en la sociedad. Quiere ejercer sus derechos, pero es importante también que sepa cumplir con sus deberes.



- ¿Qué hacemos entonces?


- Si no cambiamos el paradigma educacional, volveremos a fracasar y todo el movimiento será en vano. Aquí lo que se necesitan son nuevas propuestas y no más de lo mismo. Necesitamos menos intransigencia y aceptar que cohabiten múltiples proyectos educativos que respondan a las diferentes opciones que los padres de familia quieren para sus hijos. Nadie puede pretender imponer un modelo único. Y te digo más, de nada sirve inyectar más recursos sino se emplean para lo fundamental: enseñar primero las categorías con que funciona el entendimiento y la inteligencia práctica y después los conocimientos específicos. Para ello hay que crear una nueva pedagogía para una nueva generación, pues las actuales ya han sido sacrificadas.



- ¿Y ello puede hacerse permitiendo el lucro?


- Esa es una palabra que está cargada, demonizada, pero no hay nadie -ni el profesor más idealista- que no lucre con el trabajo que hace. Incluso si la educación fuera totalmente pagada por el Estado, los recursos que se usarían vendrían de tributos que también llegan a través del lucro. Aquí hay mucha falacia, eslogans fáciles que pocos analizan. Al final de cuentas no puede haber educación si no hay producción y generación de riqueza.



- ¿Crees que una reforma tributaria puede ayudar a mejorar la situación?


- Dentro del modelo actual, políticamente, claro que sí. Pero ello no va a resolver el problema de fondo. Mientras tengamos una institucionalidad que impida que el capital y el trabajo se unan para producir más, mientras tengamos un Estado benefactor que entrega más y más haciendo incapaces a muchas personas para que se desarrollen por su cuenta, evidentemente que siempre el Estado necesitará más recursos. Yo pregunto, ¿cuántas veces se ha aumentado el presupuesto de educación en los últimos 20 años? Al menos 10 veces y me gustaría saber qué se hizo, qué cambió. Poco o nada, pues.



- ¿Vislumbras una salida rápida a esta crisis?


- Aquí estamos frente a problemas de larga data por lo que no hay soluciones mágicas. Llevamos 100 años de distorsiones y el sistema imperante ya cumplió su ciclo. Si de verdad queremos una sociedad más participativa y con mayor formación, hay que cambiar o reforzar las cuatro instituciones fundamentales que son el eje central del orden político: familia, educación, trabajo y bien común. Esto se hace en primer lugar, botando los prejuicios y teniendo una actitud abierta a poner en escena una nueva síntesis socio-política, de carácter eminentemente, humanista.

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