Argentina: las PYME se empiezan a sentir asfixiadas por control a las importaciones
Seducidas por el consumo o bien presionadas por las autoridades, estas empresas invirtieron, sustituyeron internaciones y equilibraron sus balanzas. Ahora, con falta de insumos, luchan por sobrevivir.
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Los controles indiscriminados a las importaciones en Argentina, que aumentaron a partir del nuevo régimen que implementó el gobierno nacional y que entró en vigencia el 1 de febrero pasado, parecen estar asfixiando a empresarios y emprendedores locales. Y a medida que el viento cambia de dirección, los elogios al modelo económico kirchnerista se transforman en críticas.
“Nosotros acompañamos todo el proceso desde 2004. Hace unos años, cuando se empezaron a restringir las importaciones, se informó que Moreno exigía el 1 a 1 en importación o bien inversiones en el país. Entonces, sustituimos importaciones en todo lo que pudimos e hicimos inversiones: instalamos cuatro fábricas. La realidad es que hoy, después de invertir y de pasar de 40 a más de 200 empleados, tenemos la planta parada y ya comenzamos con las suspensiones”, resume un empresario del conurbano bonaerense a El Cronista WE, no sin antes suplicar un estricto off the record.
El CEO de una pujante empresa del sector automotriz aún no sale del asombro: el 80% de su producción lleva componentes nacionales y apenas necesita un 20% de insumos por exigencia de sus propios clientes a quienes les exporta. Pero el hombre, fiel exponente del credo industrial kirchnerista, tiene trabadas esas piezas. Su otro problema es el tipo de cambio: así las cosas, su empresa está exportando a pérdida. Pero, al igual que otros fabricantes, lo sigue haciendo para mantener la relación con sus clientes internacionales.
Comentarios similares comienzan a escucharse en sectores como el siderúrgico, el tecnológico y el de fabricación de indumentaria. Días atrás, el brasileño Grupo Dass, que fabrica zapatillas para FILA, Converse y Umbro, tuvo que suspender a 200 empleados en su planta de Misiones por falta de insumos. La ministra de Trabajo de la provincia, Claudia Gauto, se salió de libreto y dijo: “No se entiende que el mismo gobierno que financió la pasantía de 600 jóvenes en la fábrica hoy la ponga al límite de la suspensión”.
Y a quien más mella le hace el cerrojo importador es a las pequeñas y medianas empresas, las mismas que el gobierno nacional se enorgullece de impulsar y proteger. Mientras que los grandes industriales cuentan con distintas herramientas de presión y lobby, diálogo frecuente con los altos funcionarios nacionales y espalda suficiente para manejar stocks escasos, las PYME no encuentran interlocutor y sufren al instante la falta de insumos.
Los viudos del modelo
Uno de los casos más emblemáticos entre las viudas del modelo es el de los fabricantes de bicicletas. Luego de virtualmente desaparecer ante el desembarco de las bicicletas chinas en la década del ‘90, el sector aprovechó los incentivos destinados a la producción nacional a partir de 2003 y resurgió de las cenizas. “Un 99% de las 1.800.000 bicicletas que se vendieron en 2011 fueron fabricadas o ensambladas en el país”, explica Claudio Canaglia, presidente de la Cámara Argentina de Comercio e Industria de la Bicicleta. Y agrega: “Eso representa una facturación de
$ 2.100 millones, mientras que sólo se importó el 10% de esa cifra”.
Sin embargo, y pese a seguir las instrucciones al pie de la letra, el cerrojo cayó sobre las bicicletas. Contenedores de piezas fundamentales para el ensamblado como piñones o cambio de marchas -que solo se fabrican en Asia- no ingresan al país y los empresarios hacen malabares con el stock remanente para no parar la producción.
Adrian Aparicio es socio gerente de MG Bikes, una red oficial de concesionarios de motos Yamaha. Allá por 2005, junto a un amigo, previeron el boom de las motos y abrieron cinco locales. El año pasado, Yamaha Motors Argentina les asignaba 180 unidades por mes, muchas de ellas de alta gama. Hoy deben luchar para que les lleguen 20 motos de baja cilindrada. “Estamos trabajando a pérdida. No estamos cubriendo los gastos operativos y facturamos un 80% y un 90% menos que el año pasado. Esta situación la podemos mantener dos meses más a lo sumo”, dice Aparicio.
Puntada sin hilo
En 2007, la marca de ropa italiana Ermenegildo Zegna invirtió US$ 3 millones en su plan de expansión en la Argentina. La apuesta incluyó la apertura de su tienda insignia, en la Avenida Alvear. Hoy la boutique permanece “temporalmente cerrada”. ¿La explicación? “Debido a las publicadas restricciones de importación”, afirman.
Es claro que las principales marcas internacionales no están dispuestas a dar puntada sin hilo. Calvin Klein fue la última en anunciar su cese de operaciones en Argentina por no poder ingresar sus productos. Pero no es la única: al menos dos marcas globales de indumentaria de primera línea están analizando irse si persisten las condiciones actuales.
Lejos parecen éstas y otras empresas globales de cumplir con el ya célebre “1 a 1” (en el que se obliga a exportar un dólar por cada otro que ingresa) que exige la secretaría de Comercio. “Produzcan en el país”, ofrecen como solución los funcionarios. Pero por más que sus casas matrices vieron con agrado la idea de invertir en un país sin ventajas competitivas para la producción textil, se encontrarían con inconvenientes para cumplir con sus estándares de calidad mundiales.
Entre los gastronómicos, las quejas están a punto entre los más gourmet. A la crisis del salmón, se le suman complicaciones para el acceso a materia prima. “Esta semana mi proveedor del Mercado Central me llamó para venderme 50 kilos de bananas porque dicen que van a reemplazar las bananas ecuatorianas por las de Salta”, cuenta el renombrado chef Dante Liporace, a cargo de Tarquino, un restaurante de alta cocina en Recoleta. Y añade: “Las bananas argentinas no tienen gusto a nada. Hoy, cuando armamos la carta, tenemos que andar preguntándole a cada proveedor si nos van a asegurar el producto. El sistema me obliga a comprar en cantidad por el riesgo de que después no haya o sea malo”.
De postre, una escena agridulce: un emprendedor gastronómico que hace apenas cuatro importaciones anuales por menos de US$ 10 mil, desesperaba porque sus cajas estaban paradas en la Aduana. Hasta que recibió un llamado desde la Secretaría de Comercio Interior que lo sorprendió:
- Habla Guillermo Moreno. ¿Cuánto importas?
- No tengo un monto fijo, es un producto gourmet que voy pidiendo...
- ¿Cuánto importas?
- Digamos US$ 10.000.
- Bueno, entonces podemos hacer una excepción. Chau. Un abrazo.