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Columnistas

Sanna Marin, una señal de alerta

Lorena Silva Gutiérrez, gerenta de RRHH, Medios, Comunicación y RSC en Globalvía Chile, Alumni Promociona Chile

Por: Equipo DF

Publicado: Viernes 9 de septiembre de 2022 a las 10:52 hrs.

Hace algunos días fuimos testigos del impacto mediático que provocó ver a la primera ministra de Finlandia Sanna Marin disfrutando en una fiesta junto a sus amigos en la residencia oficial, razón por la que tuvo que ofrecer disculpas públicas “por el poco decoro” de sus actos, disculpas que fueron realizadas mientras los videos de este encuentro eran viralizados en redes sociales y la prensa, en medio de comentarios misóginos y violentos. La primera reflexión que se me viene a la cabeza es que esta ola de críticas y ataques se produce en Finlandia, uno de los países más desarrollados que conocemos, con una sociedad reconocida por su progresismo y por las bondades de su estado benefactor. 

Se trata del mismo en el que creció Sanna y en el que su “familia Arcoiris” conformada por su madre y novia que la criaron, le mostraron la importancia de la igualdad, la equidad y los derechos humanos. La inquietud toma significancia por el impacto que genera ya no sólo en Finlandia, sino que hasta en el último rincón del mundo, sobre una situación que no debe causarnos extrañeza alguna, y que por cierto genera controversias y dudas sobre los procesos que se supone llevamos adelante, y que responden a un problema más global. Demuestra sólo un botón, si queremos como sociedad cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sustentables, los famosos ODS antes del 2030, se debe acelerar sostenidamente el paso para aumentar la participación de las mujeres en la política y la vida pública. Según ONU Mujeres sólo 22 países tienen jefa de Estado o Gobierno, mientras que 119 nunca han sido presididos por mujeres.

Qué decir de diversos informes que hablan sobre violencia política en contra de mujeres que comparten espacios públicos y de “poder”, en ellos algunas cifras hablan de violencia psicológica (81%), violencia física (26%), acoso sexual (21%), sin siquiera considerar el trato indigno e intimidatorio fundamentalmente a través de redes sociales.

Hoy más que nunca, el debate no debe centrarse en el contexto de su vida privada, pues como bien ha respondido frente al escrutinio público ha señalado “Soy humana, no he faltado un solo día de trabajo, no he faltado a una sola tarea, ni lo haré”, fin de la discusión.

El debate puesto en la mesa a partir de esta situación es que aún existe y coexiste de forma muy arraigada, incluso en sociedades muy progresistas y evolucionadas, la realidad en la que las mujeres no sólo tienen que superar la segregación horizontal y vertical para poder acceder a puestos de poder institucional y laboral, sino que una vez ya instaladas deben sobrellevar la dura carga de igualar la cancha que ha sido poco pareja desde siempre y seguir validándose constantemente, incluso realizando más horas de trabajo y muchas veces poniendo el doble de esfuerzo.

La exposición mundial sufrida por Sanna Marin y el escarnio público, que incluso la llevó a realizarse un test de drogas para demostrar que no las había consumido, nos pone una señal de alerta que debe tomarse como un recordatorio, en el que todo lo avanzado tanto en empoderamiento femenino como en equidad de género ya es un camino recorrido y sin retorno.

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