e unos años a esta parte se ha vuelto crecientemente habitual que actores del mundo político reiteren con liviandad la importancia de que "las instituciones funcionen", sólo para luego ignorarlas -o peor aun, debilitarlas- en aras de agendas propias, normalmente enfocadas en sintonizar con el sentir mayoritario según lo interpretan las encuestas, no en impulsar buenas políticas públicas.
Un caso emblemático ha sido el apoyo en el Congreso a los retiros adelantados de ahorros previsionales desde las AFP. Distintas instituciones -del Estado y la sociedad civil- se han pronunciado mayoritariamente sobre la inconveniencia de esa política por variadas razones. En la Comisión de Constitución del Senado, sin ir más lejos, los expertos y autoridades invitados entregaron una serie de argumentos para oponerse al cuarto retiro actualmente en discusión -desde el perjuicio para las pensiones actuales y futuras, a impactos en el mercado financiero y a nivel macro-, pese a lo cual la iniciativa fue aprobada y continuó su camino a la sala de la Cámara.
Ahora ha hecho lo propio el Consejo de Estabilidad Financiera, que integran los titulares del Ministerio de Hacienda, el Banco Central, la Superintendencia de Pensiones y la Comisión para el Mercado Financiero, advirtiendo efectos financieros más pronunciados que en los retiros anteriores, lo que “ pondría en riesgo la recuperación de la economía tras la crisis del Covid-19 y elevaría la incertidumbre respecto de su futuro ”.
Los motivos que se argumentaron para retiros anteriores -en esencia, que se justificaban en vista del desplome de los ingresos por la pandemia- han quedado atrás gracias a la reactivación económica, al igual que las razones para entregar ayuda económica estatal con criterio universal y no focalizado. De hecho, puntuales figuras de oposición han explicado su cambio de postura hacia el rechazo del cuarto retiro justamente con ese argumento.
Los parlamentarios que continúan apoyando esta iniciativa parecen estar dispuestos a ignorar tanto la opinión experta como la evidencia empírica. Es una pobre forma de hacer política.