En una extensa sesión que se prolongó hasta las 6.30 AM de ayer, el Senado brasileño aprobó por amplia mayoría iniciar un juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff y, mientras dura el proceso de impugnación, suspender su mandato.
En su reemplazo y siguiendo las normas constitucionales del país, asumió en forma interina el vicepresidente y opositor de la mandataria, Michel Temer, quien inmediatamente nombró un nuevo gabinete integrado por 23 ministros (ninguno de ellos mujer), representantes de diversas sensibilidades de la centro derecha con presencia en el Senado.
La salida de Dilma Rousseff de la presidencia causó, como era previsible, fuerte impacto en la comunidad internacional y sobre todo en los países latinoamericanos, dada entre otras cosas la gran significación económica y política que tiene Brasil en el continente.
La Cancillería chilena se refirió al asunto destacando el respeto a la institucionalidad y dejando en claro tanto las buenas relaciones entre ambos países como la amistad que prevalece entre la mandataria brasileña y la presidenta Bachelet.
Las expectativas sobre el devenir del gigante latinoamericano están puestas en un esperado buen desempeño de las nuevas autoridades, encabezadas en lo económico por el ex presidente del banco central y ahora ministro de Hacienda, Henrique Meirelles.
Resguardar la democracia, investigar y sancionar los casos de corrupción y adoptar de medidas económicas que permitan recomponer las confianzas y restituir el equilibrio de las finanzas públicas, son claves para un proceso que muy probablemente no será fácil ni en lo político ni en lo social.