Editorial

Resultados de la Encuesta de Bienestar Social

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El Ministerio de Desarrollo Social dio a conocer hace algunos días los resultados de la segunda Encuesta Nacional de Bienestar Social (2023), un complemento de la encuesta Casen, cuyo objetivo central apunta a contar con un diagnóstico de las oportunidades a las que la ciudadanía puede (y no puede) acceder como resultado de los logros (o carencias) que reflejan las mediciones tradicionales de caracterización socioeconómica.

Este instrumento, basado en el modelo de bienestar de la OCDE, nos da luces sobre el estado del país en 11 dimensiones: ingreso, trabajo, vivienda, estado de salud, balance vida y trabajo, educación, relaciones sociales, compromiso cívico y gobernanza, calidad del medio ambiente, seguridad personal, y bienestar subjetivo.

Aunque mejora el ingreso per cápita, persisten las deficiencias en formalidad laboral, seguridad y acceso a la salud.

Entre sus principales resultados destaca que el 78,6% de la población se declaró satisfecho con su situación. No obstante, el 52,3% precisó que vive en un hogar con dificultades para llegar a fin de mes; el 65% sostuvo que enfrenta una elevada carga mental; y el 46,2% declaró sentirse inseguro en su barrio o localidad.

En un país donde la pobreza por ingresos ha caído desde 68,5% a 6,5% entre 1990 y 2022 los avances son relevantes, pero también es clave es contar con instrumentos que permitan elaborar diagnósticos profundos, con el fin de abordar no solo los desafíos pendientes, sino también los que surgen al alero de un mayor desarrollo económico. Las estadísticas oficiales muestran un importante progreso en el ingreso per cápita de la población en las últimas décadas, al igual que en acceso a educación, a una vivienda propia y en disminución del hacinamiento. Sin embargo, la realidad también refleja que la formalidad laboral -sobre todo entre los grupos más vulnerables-, la seguridad y la oportunidad en la salud pública son algunos de los muchos desafíos que el país no ha logrado sortear exitosamente.

Ante tal escenario, este tipo de mediciones es clave para complementar los instrumentos existentes y contar con una mirada integral sobre la realidad socioeconómica del país, que oriente el diseño, implementación y evaluación de programas y políticas sociales. En ello debe tenerse en cuenta que los resultados promedio, que son los que usualmente acaparan la atención, ocultan un país heterogéneo, con grupos con mayores carencias que otros. En la reciente encuesta, por ejemplo, llama la atención la importante brecha de género y la disparidad geográfica de los resultados.

Las mediciones oficiales requieren, por tanto, miradas conjuntas y deben ser siempre puestas a disposición de la ciudadanía, de modo que el sector privado, la academia y la sociedad civil puedan también participar de manera efectiva en el abordaje de los desafíos que Chile, sus localidades y grupos vulnerables aún enfrentan.

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