Por tercer trimestre móvil consecutivo la tasa de desocupación a nivel nacional experimentó una inesperada baja en el período agosto-octubre, al situarse en 6,3%, es decir una décima de punto menos que el año previo. El dato resultó sorpresivo en especial a la luz de lo que ha sido el ritmo de actividad, la que según el grueso de los economistas evidencia desde hace meses claros síntomas de estancamiento.
Si bien, dado el contexto, la cifra global de desempleo permite una primera lectura positiva, al analizar los fenómenos internos que están cruzando el mercado del trabajo, las conclusiones no resultan similarmente alentadoras.
En efecto, al desmenuzar las cifras se aprecian varias situaciones que no mueven al optimismo, destacando dentro de ellas la disminución de la fuerza del trabajo, en especial del grupo de las mujeres (tema no menor dada la baja tasa de participación femenina que ostenta nuestro país) y un aumento de los trabajadores por cuenta propia, en donde los que trabajan en la vía pública crecen 8,9%.
De igual forma, otros antecedentes que vienen a matizar la lectura del último dato de desempleo tienen que ver con el papel que han estado jugando en la performance de este mercado el sector público (por ejemplo, enseñanza tuvo un crecimiento de 6,5%) y la construcción, la que con una expansión de 7,8% ha producido un impulso de la mano del impacto contracíclico que ha tenido el efecto IVA a la construcción.
A la luz de lo anterior, y si bien estacionalmente no se deberían producir deterioros especiales en el mercado laboral, el contexto invita a una lectura más matizada de lo que en apariencia es una buena noticia.