El ciclo económico actual de desaceleración del consumo en medio del freno de la actividad y una marcada depreciación del peso -ayer el dólar marcó un máximo en 12 años frente a la moneda local-, ha impactado en las ventas de automóviles y, a su vez, en la recaudación esperada del “impuesto verde” o gravamen a la compra de vehículos motorizados nuevos, livianos y medianos, y que se calcula sobre la base de los niveles de rendimiento urbano, la emisión de óxidos de nitrógeno y el precio de venta.
En efecto, de acuerdo con cifras proporcionadas por la Tesorería General de la República, el “impuesto verde”, que comenzó a aplicarse hace casi un año -fue uno de los primeros en implementarse tras la aprobación de la reforma tributaria impulsada por el actual gobierno- ha ingresado unos US$ 38 millones a las arcas del Fisco, es decir alrededor de un tercio de lo que esperaba el Ministerio de Hacienda cuando se diseñó.
Lo anterior, debido a que el cálculo de importación de vehículos nuevos con que se elaboró el informe financiero tomaba como base los años 2012 y 2013, cuando se registraron importaciones de automóviles muy superiores a los actuales con una economía creciendo al menos al doble. Una lección para recordar.