Un precio del dólar bajo trae aparejados varios beneficios para la economía, como importaciones más baratas que permiten importar maquinarias para desarrollar inversiones o bienes de consumo que en otras circunstancias probablemente no estarían al alcance de muchas familias. Sin embargo, en un país que ha puesto sus fichas en las exportaciones como pilar de su crecimiento, puede convertirse en un importante desincentivo, sobre todo en un escenario de alicaído comercio mundial.
En 2016 las exportaciones de nuestro país, medidas en valor, disminuyeron por quinto año consecutivo, resultado en el que influyeron tanto el retroceso del precio del cobre, el principal producto de exportación del país, como un nivel de tipo de cambio también a la baja. El índice de tipo de cambio real (TCR), que mide la competitividad de la economía en relación a un grupo de sus socios comerciales, llegó a 90,74 en diciembre, un 8% inferior al cierre de 2015 y el menor desde octubre de 2013 (90,93). Mientras, el TCR promedio de 2016 fue 94,43, nivel por debajo de la media de los últimos quince años (95,07).
Considerando que en la actualidad la actividad económica no encuentra motores que la impulsen a lograr su potencial, hoy situado en el entorno del 3%, este tipo de cambio real se vuelve preocupante y debe analizarse en todos sus alcances.
Este año, por lo demás, el dólar se ha mantenido casi invariablemente a la baja. Es más, ayer se cotizó en $ 643, su menor valor desde agosto del año pasado, por la decisión de la Fed de esperar y ver antes de mover las tasas y por la expectativa de una huelga prolongada en Escondida y su impacto en el precio del cobre.