El año 2015 comienza a tomar forma con la expectativa de que el desempeño de la economía sea algo mejor que el magro 2014. Apoyado en que las bases de comparación dan un sustento estadístico a esa proyección y en la confianza de que la política monetaria más expansiva del Banco Central y la expresa intención del gobierno de promover un mayor impulso fiscal, el pronóstico es, sin embargo, modesto, sobre todo en la perspectiva de lo que son las últimas estimaciones de crecimiento potencial del país.
En efecto, con una estimación media de crecimiento de 3% con un sesgo a la baja, lo que se anticipa para el año que acaba de comenzar no puede calificarse sino que de insuficiente, decepcionante y de alto riesgo para las confianzas de los agentes económicos, para quienes podría consolidarse la idea de que la actividad se encuentra en un equilibrio frágil.
Evitar que ello ocurra y minimizar el riesgo de que la dinámica de la expectativas entre en un círculo vicioso que retroalimente la desconfianza requiere de señales más potentes que las enviadas hasta ahora por las autoridades. Que a nivel de discurso se asegure que se hará todo lo que sea necesario para apuntalar la actividad y que en paralelo siga instalada la sensación de que las reglas del juego seguirán siendo modificadas podría importar un juego de suma cero. Se ha dicho en forma reiterada y es evidente: las decisiones de inversión no fluyen en forma expedita en escenarios de mayor incertidumbre, a lo que se podría sumar el riesgo de que algunas empresas crean necesario acomodar sus operaciones 2015 a una realidad económica menos alentadora que podría ser más persistente.