Durante el primer gobierno de Bachelet la evolución del mercado laboral femenino fue alentadora. De acuerdo con la OCDE, la tasa de ocupación pasó de 33,5% en 2005 a 36,9% en 2009, y subió en forma más acelerada aún durante la administración Piñera, a un 44,4% en 2013. En contraste, durante 2014 aumentó en forma muy moderada, empezando a caer en el último año. Esto es preocupante en términos del objetivo de mayor equidad, que pasa necesariamente por aumentar el empleo femenino, materia en la que nuestro país tiene un atraso evidente. La pérdida de dinamismo en la ocupación femenina no ha tenido como contrapartida un aumento importante del desempleo, ya que no sólo cae la ocupación, sino que también la tasa de participación, aspecto igualmente preocupante. Dado que también se observa una caída en el crecimiento de las remuneraciones reales femeninas, de niveles mayores a 3% anual, a menos de 1%, podemos ver que el ajuste de la masa salarial femenina supera a lo observado en los ingresos de los ocupados masculinos. Una agenda de género contraria a lo que se planteó el gobierno en su programa.
Detrás de lo anterior se encuentra la evidente mayor precariedad que se observa en el mercado laboral femenino. No sólo no se crea empleo asalariado, sino que este último cayó en 8.300 puestos de trabajo en el trimestre finalizado en marzo. La reducida creación de puestos de trabajo femeninos se explica casi exclusivamente en empleo por cuenta propia, que suele ser peor remunerado y en general sin seguridad social. El deterioro de la situación laboral de las mujeres es una poderosa razón para volver a poner el foco en el crecimiento.