Editorial

Emergencia laboral

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La pandemia generó un desequilibrio sustancial en la economía mundial y Chile no fue la excepción, con una caída de 6,1% en la actividad de 2020 y la destrucción de más de dos millones de empleos. La puesta en marcha de un cambio regulatorio que permitió pagar seguros de cesantía sin que hubiese finiquitos, evitó que esta crítica situación fuese más profunda, de manera que los beneficiados pudieran volver a su empleo una vez que la crisis sanitaria amainara. Sin embargo, el mercado laboral aún exhibe efectos adversos, que se reflejan en numerosas ocupaciones informales, el adelantamiento de procesos de reemplazo de personas por nueva tecnología y el abandono de quienes optaron por lo que podría calificarse como jubilación anticipada.

El Gobierno parece mirar aún con distancia el débil desempeño del mercado del trabajo, que sigue afectado por los ecos de la pandemia.

Han pasado ya cuatro años desde ese momento y, si bien el crecimiento económico ha comenzado a recuperarse, los efectos en la empleabilidad de algunos sectores son notorios. Un ejemplo patente es lo que ha venido ocurriendo en el comercio, donde mientras el PIB sectorial se ha expandido en más de 16% entre el primer trimestre de 2019 e igual período de 2024, el empleo lo ha hecho en solo 7,2%. Estas cifras grafican un cambio sustancial en la tasa de generación de puestos de trabajo en un rubro intenso en mano de obra, cuyo impacto se ha reflejado en que muchos trabajadores que se desempeñaron por largos años en esta actividad -como vendedores y cajeros- hoy ya no están presentes en el proceso de venta.

Los cambios tecnológicos y de gestión que se están produciendo en diversos sectores se han traducido en que la economía aún no regrese al nivel de empleo que debería exhibir de no haber mediado la pandemia, y en donde los puestos de trabajo creados hasta ahora reflejan un alto componente informal y de aumento de ocupados del sector público, mientras el dinamismo de los asalariados del área privada es aún muy moderado.

De acuerdo con el último trimestre reportado por el INE, los ocupados crecieron 3,3% entre marzo y mayo de este año, lo que equivale a 297 mil nuevos puestos de trabajo respecto del mismo período de 2023. Se trata de un incremento más moderado que en registros anteriores, a lo que se suma una baja proporción de trabajos privados formales, de solo 42%, y a la consolidación de una tendencia hacia empleos más precarios.

La autoridad ha avanzado en su agenda de reducción de la jornada laboral y en el alza del salario mínimo, pero pareciera mirar con distancia el débil desempeño del mercado del trabajo, aun afectado por los ecos de la pandemia. Aceptar que existe una emergencia laboral, como lo han planteado diversos expertos, debiera ser un paso necesario para avanzar hacia iniciativas que promuevan la creación de empleos formales y que contemplen planes de capacitación para quienes son desplazados por la tecnología, de manera que su reinserción sea realmente sostenible y exitosa.

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