El martes, el mismo día en que en un medio de la capital se publicaba una entrevista en que la presidenta de la República admitía que este 2015 ha sido el peor de todos los que ha estado a la cabeza de la nación en sus dos mandatos, se incubó una nueva crisis política al interior de su gobierno y entre éste y un actor relevante de la coalición oficialista, la Democracia Cristiana, episodio que sin duda vino a refrendar la percepción de la mandataria.
La polémica visita de Michelle Bachelet a la región de La Araucanía, más que eliminar de su lista de temas pendientes un asunto delicado y de evidentes complejidades políticas, vino a dejar al descubierto falencias internas y fricciones que tensionaron su administración al extremo, como reconoció el presidente de la Democracia Cristiana, de motivar la presentación de renuncia a la jefatura de gabinete del ministro del Interior, Jorge Burgos.
Se trata de un episodio que en su conjunto es de enorme significación y trascendencia, tanto porque deja la sensación de que la administración central aún está ampliamente sobrepasada por el conflicto que aqueja a esa región como porque da cuenta de desprolijidad y falta de comunicación entre estamentos clave del poder Ejecutivo.
A ello se añade una imagen de frágil cohesión interna que proyectó la coalición gobernante, la que como es sabido también se expresa en temas como el diseño, tramitación y alcance de varias de las reformas que impulsa esta administración.
El conflicto con que cierra el 2015 político tiene, como se ve, contornos complejos y deja instaladas interrogantes que difícilmente no tendrán expresión y repercusiones el año que comienza esta medianoche.