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Columnistas

¿Y si usamos la Astronomía para hablar de Chile?

Aunque hay razones de sobra, no hemos sembrado en el país “el orgullo astronómico”...

Por: Equipo DF

Publicado: Viernes 6 de mayo de 2011 a las 05:00 hrs.

Aunque hay razones de sobra, no hemos sembrado en el país “el orgullo astronómico”. Puede sonar un poco al margen de las inquietudes científicas, pero lo que está ocurriendo es de tal envergadura que sería bueno darse cuenta de las simbologías implícitas en ello. Chile está ofreciendo al mundo uno de los cielos más transparentes del planeta -y para algunos el principal- desde donde se va avanzando poco a poco en develar las profundidades del universo. Aquí, desde esa transparencia, se está trabajando con espíritu de cooperación internacional. Esas cúpulas, esas torres plateadas que se abren solemnes cuando se acerca la noche, o ahora esos campos de grandes antenas interconectadas para “escuchar” lo que viene de millones de años luz, son expresión de una aventura humana superior.



De ello leemos una crónica aquí y otra allá o cada tanto vemos algo en televisión, siempre como hacia el final del noticiario. Son informaciones que se equilibran entre la curiosidad y el asombro. Ahora regreso de una jornada universitaria en Nueva Zelanda y allí un profesor me comenta como buscó en el aeropuerto, al retornar a su país, un libro sobre todo este desarrollo de la astronomía en Chile y los grandes proyectos en marcha. Algo que tuviera un relato mayor, con fotos y referencias de los últimos descubrimientos. No encontró nada. 
Esa ausencia es reflejo de algo: aún no hemos inscrito en el consciente colectivo del país -no digo en científicos, especialistas y autoridades responsables del tema- el sentido de ser parte de una épica mayor, de la proximidad con uno de los hitos clave de la globalización, allí donde las fronteras se desdibujan para el trabajo en común.

“Los proyectos de ustedes son los proyectos nuestros. Queremos que el mundo conozca lo que aquí se está haciendo”, dijo el canciller Alfredo Moreno, en una actividad realizada hace un mes. Ello ocurrió al inaugurar la muestra “Chile y Estados Unidos, 50 años de colaboración en el desarrollo de la Astronomía Mundial”, montada en el Salón O´Higgins de la Cancillería con maquetas y videos de tres de los proyectos astronómicos más grandes que se están instalando en el norte del país: ALMA; LSST; y GMT, iniciativas que suman una inversión de US$ 2.550 millones, la mayor parte fondos provenientes de Estados Unidos.

Pero en paralelo, y también como socio prioritario, está la presencia de ESO, el Observatorio Europeo Austral, la principal organización astronómica intergubernamental en Europa. Con todo su poder, ESO opera tres sitios de observación en Chile -La Silla, Paranal y Chajnantor- en representación de sus 14 estados miembros. Además construye ALMA junto a sus socios internacionales. Pero además a mediados del año pasado -y en una decisión que en España se siguió con mucha pasión porque esperaban ganarla- ESO seleccionó al Cerro Armazones, ubicado en el norte de Chile, para emplazar el futuro European Extremely Large Telescope (E-ELT), una herramienta que hará posible un desarrollo sin precedentes en el conocimiento astronómico.

Es cierto que el 10% del tiempo de observación en todos los telescopios internacionales establecidos en Chile está reservado a los astrónomos chilenos. Y son miles los visitantes que en un año logran participar en visitas guiadas. Y se han creado fondos especiales, para impulsar el conocimiento astronómico en escuelas, especialmente en las II y IV Región. Y la Fundación Imagen de Chile tiene fotos y noticias. Pero el tema va mucho más allá.

¿Acaso podemos olvidar que la celebración del Año Internacional de la Astronomía, en 2009, pasó por Chile sin mayor trascendencia? Y, por cierto, debimos estar a la cabeza, uniendo el tema con otras expresiones como encuentros de filosofía y universo, poesía y big bang, muestra mundial de fotografías astronómicas tomadas desde Chile. Tener un plan de gran alcance. La oportunidad está a la mano, con la tremenda simbología de la transparencia. Y al igual que el canciller, debiéramos decir “queremos que el mundo lo conozca”.

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