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¿Tecnofobia o precaución?

Ralf Boscheck decano Escuela de Negocios UAI

Por: Ralf Boscheck | Publicado: Jueves 8 de agosto de 2019 a las 04:00 hrs.
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Ralf Boscheck

Hace 40 años, Arnold Toynbee relacionó el auge y caída de las civilizaciones con su capacidad para explotar técnicas pioneras. Diez años después, el Premio Nobel Robert Solow vinculó el avance tecnológico con 85% del crecimiento del PIB de Estados Unidos. La tecnología impulsa la riqueza, pero a menudo enfrenta a temores y demandas de precaución, fundadas e infundadas. Hoy atestiguamos un acto de tecnofobia absurdo.

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Para 2050, la tierra cultivable por persona será sólo 30% de lo que era en 1950. Así, cultivar a niveles suficientes exige una mejora sostenible de los rendimientos. En 1962, Rachel Carson mostró el camino: en “Silent Spring”, una ferviente crítica al DDT, sugirió instalar “controles bióticos” en las plantas para que resistieran las plagas, así como nuevos pesticidas menos tóxicos y más biodegradables. Su libro se convirtió en referencia del movimiento verde, y motivó el trabajo sobre organismos modificados genéticamente, tanto como la oposición a ellos.

Igual de irónico es que fue Monsanto quien aceptó el desafío, invirtiendo más de US$ 15 mil millones para convertirse en un líder en biotecnología y, a partir de 1995, entregar semillas genéticamente modificadas y resistentes a Round-up, su marca de glifosato. Desde entonces, la “segunda revolución verde” se convirtió en un éxito y, en 2018, en la consolidación del sector, Bayer adquirió Monsanto por un récord de US$ 62 mil millones. En 2019, sin embargo, el valor total de Bayer se ha reducido a $58 mil millones, ya que el mercado ha evaluado los costos de litigar más de 13.000 reclamaciones de cáncer, casos francamente discutibles.

En 2018, un jurado de California encontró que el glifosato causó el cáncer de un jardinero y ordenó a Monsanto a pagar 289 millones de dólares. Bayer objetó y pidió que las decisiones se basaran en evidencia científica, en lugar de emociones populares. Hoy, la Agencia de Protección Ambiental de EEUU, la Agencia Europea de Sustancias Químicas, la Reunión Conjunta ONU-OMS y 20 autoridades nacionales siguen insistiendo en que es poco probable que el glifosato cause cáncer en humanos. Pese a esto, el tribunal se refiere a un informe de una parte de la OMS que, basándose en menos data, pero como medida de precaución, considera al glifosato probablemente carcinogénico. Si la cautela debe compensar por la falta de evidencia, hay que preguntarse, ¿qué constituye precaución?

Podría significar “utilizar según las instrucciones”: glifosato es de “baja toxicidad” y puede matar si se ingiere adrede; pero se supone que se rocía sobre las malas hierbas. Precaución también podría denotar “asumir la responsabilidad por una alternativa menos arriesgada”: así, aumentando el rendimiento agrícola para alimentar una población creciente, contribuye a la precaución. También podría significar “evitar un riesgo a toda costa”. Pero, un riesgo cero pide la abolición de cualquier incertidumbre, lo que es ilusorio y, al extremo, transforma la precaución en una tautología requiriendo que alguien no haga nada, aunque haya necesidad de actuar. El avance tecnológico puede exigir saltar las normas estrictas de precaución.

Bayer, actuando con precaución, tiene que decidir cuántos recursos debe gastar para proteger sus inversiones y probar la inocuidad de sus productos contra cualquier intuición especulativa. Hace falta un diálogo público sobre los beneficios del avance tecnológico, la precaución y cómo determinar riesgos aceptables.

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