Sobre monos peludos y sirvientes de las Isapres
Juan Cristóbal Portales, Director General Llorente y Cuenca Chile
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Juan Cristóbal Portales
Los recientes resultados de las elecciones al Consejo Constitucional han sido una expresión clara del clima que vive el país y hablan de un vaciamiento de la oferta y una desconexión de los partidos moderadores del sistema político. Pero más importante aun, de su creciente rendición identitaria y discursiva ante una dinámica polarizadora donde, dependiendo de la vereda política en que se esté, se retrata a los rivales como “sirvientes de las Isapres y del mundo corporativo”, o como aduladores de los “monos peludos” y “compañeres”.
Un reciente estudio de Llorente y Cuenca-LLYC, titulado la “Droga Oculta” muestra el crecimiento y validación de este tipo de posiciones extremas, incluso en sectores históricamente moderados. En el caso de Chile, la polarización no sólo ha aumentado cerca de un 40% en los últimos cinco años, sino que temas como la inmigración (un 20,57% del total), los derechos humanos (17,17%) o incluso la libertad de expresión (+11,2%) generan un alto grado de confrontación.
Esa dinámica, ahora liderada por cierta parte de las elites políticas y económicas más “racionales”, tiene un impacto directo en las posibilidades de desarrollo y crecimiento del país (estancado hace una década), y en la gestión de confianzas que permiten la conformación de alianzas público-privadas. Lleva al enfrentamiento artificial de realidades que en la práctica trabajan de manera conjunta sin estridencias ni agendas electoralistas de corto plazo.
El salvavidas que está representando para las PYME el Fondo Estatal de Garantía para Pequeños y Medianos Empresarios-Fogape (que a la fecha ha generado $531 millones en créditos con garantía estatal); el inédito acuerdo de innovación entre Codelco y BHP para el desarrollo de la minería sustentable; o la recién anunciada Política Nacional del Litio que tiene a inversionistas locales y extranjeros desfilando por oficinas de Enami, Codelco y Corfo para ser parte de la explotación de este recurso, son ejemplos concretos donde Estado y mercado cooperan, se perfeccionan, y superan caricaturas y clima de inestabilidad propiciado por quienes debieran estar más interesados en generar condiciones de estabilidad, prosperidad y gobernabilidad.
El desafío, entonces, si queremos apuntalar el despegue de nuestra sociedad, parte por el rol que pueda cumplir una elite político-económica establecida desde sus estrategias identitarias y de relacionamiento-comunicación con el resto del sistema. Significa que los parlamentarios y partidos políticos deben dejar de interferir con agendas populistas-electoralistas que fomentan una polarización. Implica que los gobiernos de turno deben establecer y comunicar adecuadamente condiciones y reglas del juego que favorezcan un ciclo de inversión que atienda problemas públicos de larga data.
Por último, demanda que los privados cumplan con los requisitos básicos para que el libre mercado y libre elección en diversos ámbitos efectivamente operen y no se restrinjan, y avancen a estándares de cumplimiento y relacionamiento en materia social, ambiental y de gobierno corporativo propios de este siglo.