Crecimiento local: no culpemos a factores (ni elecciones) externos
RODRIGO ARAVENA GONZÁLEZ Economista Jefe Banco de Chile
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Rodrigo Aravena
El bajo crecimiento económico se ha instalado, crecientemente, como la principal preocupación del país. Ello, tras el débil desempeño que presentaría el PIB este año, pese al cuadro recesivo que tuvimos en 2023. En concreto, es muy difícil que crezcamos más de 2% en 2024, lo cual nos sitúa muy por debajo del 2,6% que, hace solo un mes, estimaban el Gobierno y alguna parte del mercado. Esta brecha implica dejar de producir casi US$ 2.000 millones y, con ello, bajar la recaudación tributaria en poco más de US$ 400 millones.
En este contexto, hay cada vez más consenso que el año entrante el crecimiento será menor. Sin embargo, veo con especial preocupación cómo se ha ido instalando la idea de que la eventual desaceleración en el país sería, casi en su totalidad, atribuible al escenario externo. Se ha mencionado en el debate público que los riesgos en China, o incluso los efectos económicos esperables de la elección en EEUU (como tasas de interés más elevadas o un dólar más fuerte), serían las razones que explicarían el por qué no superaríamos el 2%. En mi opinión, un argumento de ese tipo sería erróneo, ya que la principal razón del bajo crecimiento en el país se encuentra, sin duda, en los factores locales.
“No podemos dejar de preguntarnos por qué las perspectivas de crecimiento de Chile son muy similares a las de un país desarrollado, pese a tener un tercio (o menos) del PIB per cápita de muchos de ellos”.
Si bien condiciones más restrictivas en el exterior afectan negativamente el ciclo, hay una serie de factores que no podemos pasar por alto. Uno de ellos es preguntarnos por qué Chile ha crecido un promedio en torno a 2% la última década, pese a haber enfrentado condiciones extraordinariamente favorables, como niveles récord de precio del cobre, China con un crecimiento promedio elevado y costos financieros muy bajos de acuerdo con patrones históricos. En la misma línea, no deja de llamar la atención el hecho de que el escaso crecimiento de 2024, post el cuadro recesivo de 2023, haya sido explicado por la contribución del sector externo (con una fuerte recuperación del saldo de la balanza comercial), con una inversión que aún caerá. Adicionalmente, no podemos dejar de preguntarnos por qué las perspectivas de crecimiento de Chile son muy similares a las de un país desarrollado, pese a tener un tercio (o menos) del PIB per cápita de muchos de ellos. En este contexto, es irrefutable que factores como la inusual incertidumbre político-institucional de los últimos años, la profundidad en reformas planteadas (como en materia de pensiones) y el efecto de los retiros de fondos de pensiones en el mercado de capitales local, simplemente no fueron inocuos.
En perspectiva, el desafío es enorme. Si bien hay consenso que crecer un 2% no es suficiente, es fundamental hacerse cargo de algunos temas. Entre ellos, ¿cómo se puede avanzar en reducir la incertidumbre tributaria, sobre todo a inversionistas extranjeros de largo plazo? O bien, ¿cómo mejorar el diseño del sistema de permisos y licencias, reduciendo la influencia política e institucionalizando los procesos de inversión con más certeza jurídica? Asimismo, es fundamental poner sobre la mesa algunos aspectos del modelo de desarrollo, reconociendo que la mayor integración con preponderancia de servicios globales nos pone desafíos adicionales en materia de productividad y conocimientos en nuevas áreas, como la inteligencia artificial. Estos y otros temas deben ser puestos con urgencia en la agenda, si aspiramos a recuperar algo de lo que solíamos crecer en el pasado.