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GABRIELA CLIVIO Economista, directora de Business Valuations de Mazars
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GABRIELA CLIVIO
Ahora que pasaron los diálogos tributarios y los discursos de LA Enade, volvamos a lo que realmente importa, que son los hechos.
La semana pasada sucedieron varios hechos importantes que tuvieron un factor común: el doble discurso, donde ganó la ideología por sobre la razón y la escucha. El primero de estos hitos fue el fin del ciclo llamado “diálogos tributarios”, que más que “diálogos” fueron una serie de actividades guiadas, donde no se produjo una verdadera escucha de los convocados y digo esto con conocimiento de causa.
“Los mal llamados ‘diálogos tributarios’ y la Enade dejaron la sensación de que el Gobierno no busca un verdadero y real encuentro. El diálogo es sólo aparente”.
Las sesiones de trabajo comenzaban con una reunión plenaria donde un experto de la OCDE comentaba un material distribuido a los presentes apenas el día anterior, seguidos por las sesiones en las mesas de trabajo, donde cada día se abordaba un tema diferente. El punto de partida para la realización de una reforma tributaria fue nuevamente la brecha de recaudación existente entre la OCDE y Chile. Si bien esta vez la brecha se presentó ajustada por las recaudaciones para pagos de seguridad social, se mostraron datos hasta el año 2019, por lo cual las cifras no incluían los efectos de la Pensión Garantizada Universal (PGU).
Nada se dijo sobre los diferentes niveles de informalidad que hay en Chile con respecto a la OCDE y sin embargo esto no es un tema menor, dado que en este país la informalidad duplica los niveles en el promedio de los países de ese organismo, de acuerdo con las cifras publicadas por la OIT, que corresponden al año 2019. Si se ajustaran los números por los diferentes niveles de informalidad, la brecha tantas veces mencionada desaparece. Tampoco se conversó sobre la posibilidad de ampliar la base de contribuyentes, sino que se volvió a insistir con el impuesto al patrimonio, la desintegración y otros temas.
La sensación que me quedó fue que en vez de un ciclo de encuentros, se trató de una formalidad.
La misma sensación tuve al finalizar jueves pasado. La jornada empezó con un llamado a la unidad en la Enade, mientras que por la noche y en cadena nacional, el Gobierno entregó su estrategia nacional del litio. Extrañamente, mientras por un lado se discutía el royalty minero y comenzaba a permear en la agenda la importancia de retomar los niveles de crecimiento, en la noche volvíamos a la época del Estado emprendedor, de la cual en América Latina no tenemos buenos recuerdos.
Se anunció la creación de una empresa nacional del litio de propiedad 100% estatal, que estará además a cargo de explotar los salares bajo una articulación público-privada, mientras que nada se dijo sobre los beneficios que ha obtenido el Estado de Chile como consecuencia de los contratos de arrendamiento del salar. En Australia, que lidera la producción mundial del mineral, la extracción se realiza por parte de los privados.
En síntesis, en ambas circunstancias me quedo con la sensación de que no se busca un verdadero y real encuentro o no existe un diálogo real. Apenas existe uno aparente, donde el componente ideológico todo lo permea.