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Propósito corporativo: ¿Adam Smith o Milton Friedman?"

Ralf Boscheck Decano Escuela de Negocios UAI

Por: Ralf Boscheck | Publicado: Miércoles 11 de septiembre de 2019 a las 04:00 hrs.
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Ralf Boscheck

El 19 de agosto pasado, la American Business Roundtable, representando a CEO de grandes corporaciones norteamericanas, revirtió su credo venerado, planteando la maximización de los beneficios de los “stakeholders”, en vez de los accionistas, como el propósito de sus organizaciones.

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Las reacciones fueron casi instantáneas. El Consejo de Inversores Institucionales condenó la propuesta como un ataque flagrante contra el capitalismo corporativo. The Economist celebró el reconocimiento de preocupaciones ambientales y sociales, pero se mostró preocupado por la falsa “señalización de virtudes”. Otros responsabilizaron a los modelos económicos simplistas (The NYTimes) y al incumplimiento de los controles regulatorios (The Atlantic) por la búsqueda decidida del interés de los accionistas, el crecimiento de poder corporativo y su abuso en los mercados y en la política. Todos citaban el artículo de Milton Friedman titulado “La responsabilidad social de las empresas es aumentar sus ganancias”. Pero nadie exploró el modelo económico en su base.

Irónicamente, dicho artículo fue una reacción a las oleadas periódicas de anuncios corporativos bastante similares. Su punto era claro: los CEO son meros agentes corporativos que, aceptando las normas legales y éticas de la sociedad, tienen el deber fiduciario de gastar el dinero de los accionistas de maneras que maximicen las ganancias. Aparte de eso, no tienen legitimidad política, ni siquiera la competencia, para abordar las necesidades de los stakeholders. Los mercados competitivos y adecuadamente regulados evalúan las decisiones corporativas, permiten la afluencia de productos nuevos y hacen que las ganancias sean el efecto secundario de brindar beneficios valorados de manera eficiente. Cualquier falla provocaría reacciones competitivas, regulatorias o políticas. Claramente, Friedman presentó el caso neoclásico para una economía de mercado abierto: un ideal elegante y bidimensional que se basa en la efectividad de los mercados y la regulación, pero que no se preocupa por el efecto cuando ambas instituciones fallan.

La confianza de Friedman en los mercados libres había sido fomentada durante sus primeras interacciones con la Sociedad Mont Pélerin. Fundada por Friedrich Hayek en 1947, ella permitió a un grupo selecto “explorar visiones utópicas liberales como Adam Smith lo había hecho a mediados del siglo XVIII”. Sin embargo, en comparación con Friedman, la concepción clásica de Smith de una regulación social efectiva, que emana de su trabajo completo, había sido mucho más amplia y realista. Se basó en la interacción de mercados competitivos, controles estatales y una ética social. Así, enfrentando a mercados y regulaciones inherentemente incompletos, las sociedades efectivas aplican un razonamiento “centrado en la comunidad” para mantener la cooperación, la confianza en el sistema y la capacidad de abordar problemas apremiantes. Ante la ausencia de esas normas, el egoísmo generalizado produce desconfianza y atraso económico.

Ahora, se puede ver que la promoción de las preocupaciones de los stakeholders antes del valor de los accionistas reconoce los límites de la coordinación reguladora y del mercado, lo que tal vez no fue concebido por parte de Friedman, y respalda un razonamiento más centrado en la sociedad, como Smith habría sugerido. Pero dicha promoción se lleva a cabo mejor en el Parlamento o los mercados, y no debe ser el resultado de una colusión de los CEO contra los intereses de los propietarios.

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