Es hora de despedirnos del tormento del espacio de trabajo compartido
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Pilita Clark
Nuevos súper baños espaciosos. Aplicaciones telefónicas con alertas para recordarte que limpies tu escritorio. Prohibiciones de subir el ascensor más de dos veces al día. Esto es sólo una muestra de lo que los expertos me dicen que podría ser la oficina del futuro cercano en la era de Covid-19.
Un súper baño, para evitar cualquier duda, es otro nombre para un cubículo que contiene un inodoro, un lavabo y un secador de manos. Al igual que la aplicación y la prohibición del elevador, tiene sentido en el contexto de mantener una sana distancia.
Pero después de hablar con algunos de los gerentes y ejecutivos de edificios que han estado tratando de determinar cómo reabrir las oficinas de manera segura, me atrevo a pensar que tal vez veamos cosas mucho más fascinantes.
Afortunadamente, es posible imaginar el final de uno de los grandes tormentos de la vida laboral moderna: el espacio de trabajo compartido o hot desking. La práctica de despojar a los empleados de un escritorio asignado y obligarlos a buscar un nuevo lugar para sentarse cada día ya es desagradable. Pero se ha deteriorado aún más en los últimos años debido a las compañías que pretendían hacerlo para impulsar la colaboración, no para reducir los costos en el espacio de oficina.
La práctica, por supuesto, ha sido popular en lugares con propiedades caras, como Londres y Sidney. ¿Pero puede sobrevivir a un virus tan nuevo que los científicos todavía están estudiando para determinar exactamente cuánto tiempo dura en plástico versus papel o en un teclado de computadora? Parece que no por el momento en Londres.
El último consejo del gobierno para los empleadores es muy claro: “Los espacios de trabajo deben asignarse a un individuo y no compartirse”, dice. Si es necesario compartirlos, debe hacerse con “el menor número posible de personas”.
Por lo general, los empleadores deben “evitar el uso de espacios de trabajo compartidos”, agrega. Si eso es imposible, por ejemplo, en un centro de llamadas o área de capacitación, entonces cualquier escritorio o equipo compartido debe limpiarse antes de que alguien más comience a usarlo.
Esta orientación es difícil de ignorar. Sé de al menos un gran banco en Londres con una oficina relativamente nueva donde grandes áreas fueron diseñadas específicamente para acomodar los espacios compartidos.
Al igual que muchas otras grandes empresas, su personal se fue a casa en marzo cuando el país entró en confinamiento. Ahora, mientras las personas se preparan cautelosamente para regresar, los escritorios compartidos se han eliminado por el momento.
Compartir espacios de trabajo en este momento es “increíblemente difícil”, me dijo una persona. Se estaban asignando escritorios.
Esta persona pensó que era posible que volvieran los espacios de trabajo compartidos, pero si sucede, sospecho que podría ser de en una forma muy diferente.
Ese banco, al igual que las empresas de todo el mundo, descubrió con sorpresa que divisiones enteras podían operar desde casa, al menos durante unos meses.
Antes de marzo, si alguien me hubiera dicho que Financial Times podía imprimir un diario en tales circunstancias, dudo que lo hubiera creído. Sin embargo, resulta que sí puede.
No todas las empresas seguirán el camino de Twitter y dejarán que todos trabajen desde casa para siempre. Sin embargo, según encuestas realizadas durante la pandemia en el Reino Unido, Japón y Estados Unidos, a un gran porcentaje de los trabajadores les gusta trabajar desde casa o no tienen prisa por volver a la oficina a tiempo completo.
Eso hace que sea difícil imaginar que el trabajo remoto sea tan atípico como lo era antes de la pandemia.
Algunas pequeñas empresas de Londres ya han decidido abandonar las grandes oficinas por espacios más pequeños que planean usar para reuniones.
Si más empresas siguen su ejemplo, es posible imaginar que puedan bajar los costos de las oficinas, lo que a su vez podría reducir la presión para restablecer los espacios de trabajo compartidos como ahora los conocemos.
En otras palabras, las personas tal vez compartan un escritorio, pero sólo brevemente cuando visiten la oficina desde su lugar de trabajo principal: su hogar.
Todo esto podría ser una ilusión. Si un medicamento o vacuna logra conquistar el virus, tal vez nos apresuraremos a volver a nuestras frenéticas vidas de antes, incluso con espacios de trabajo compartidos.
Mientras tanto, me alegran los comentarios de ingenieros como Neil Pennell, presidente del comité de asuntos técnicos del Consejo Británico de Oficinas.
“El espacio de trabajo compartido no ha muerto”, dijo hace unos días, “pero quizás esté en cuidados intensivos”.