Éste es lema del Mundial de Fútbol Brasil 2014, que nos acompañará durante un buen mes. La esperanza es lo último que se pierde, por lo que apuesto a un buen desempeño de la selección chilena. Los católicos terminamos el domingo el tiempo pascual con la fiesta de Pentecostés y ahora comenzamos este nuevo tiempo “litúrgico”, ya que el fútbol es casi una religión, con ritos, normas y una pluralidad de credos. Se vive con tal pasión que se puede transformar en un camino cuaresmal o bien uno gozoso de alegrías y gracias. Como sea, un tiempo feliz, en que el mundo deja de lado sus diferencias al menos por un tiempo y disfrutamos de un sano espectáculo.
El lema escogido -“todos al mismo ritmo”- simboliza cinco pilares de la cultura brasileña: una sociedad unida, poder de innovación, naturaleza exuberante, pasión por el fútbol y una tierra donde reina la felicidad. Bien elegido. Y es lo mismo que deseo para toda Latinoamérica y en particular para nuestra patria. La selección nacional logra unir, se presenta como ejemplar por su capacidad de superación, empuje, esfuerzo y dedicación. Que ahora se muestre en la cancha. Y, cualquiera sea el resultado, que las virtudes vividas por los jugadores se repliquen en la vida de los chilenos: coraje, disciplina, dedicación a su tarea, ganas de superarse, compañerismo y solidaridad.
El fútbol es una escuela de buenos hábitos civiles. Su juego es la mejor “clase de educación civica”, con la diferencia que nunca es aburrido. Deberíamos jugar más al fútbol y discutir menos. Invitaría a más de un teórico social a ponerse pantalones cortos y entrar a la cancha. Ahí lo quiero ver.
El Papa Francisco mandará un mensaje para ser leído por un jugador de la selección brasileña al inicio del partido inaugural. Esté atento. Junto con desear que sea fuente de paz y encuentro entre los pueblos, será una llamada de atención contra el racismo, como se ha mostrado tristemente en algunos encuentros futbolísticos y como se ve entre nosotros en la forma en que tratamos a quienes no son igual a uno. Pienso en nuestros pueblos originarios, los extranjeros. Y una invitación a encontrarnos como hermanos, a limar asperezas; a tomar conciencia que el mundo es muy pequeño y que todos nos necesitamos. Esta copia feliz del Edén, nuestro Chile querido, es más chico todavía. Entramos a las grandes ligas deportivas. Ojalá entremos a las otras: superación de la desigualdad, mayor tolerancia y respeto, mejor educación para todos. Ahí sí podemos y debemos ser campeones. Nada lo impide. Que disfrute del Mundial.