Madre y vida
PADRE HUGO TAGLE@HugoTagle
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Padre Hugo Tagle
Pocas palabras suscitan tanta adhesión y afecto como la palabra “madre”. El concepto y la experiencia se hacen uno cuando la pronunciamos. Otros sustantivos podemos abstraerlos con facilidad; al decir madre, no. Se vienen automáticamente a la cabeza experiencias, vivencias ligadas a la propia madre.
A diferencia del padre, en la madre siempre sobresale lo positivo, por negativa que haya sido la experiencia materna. Con los años, se comprenden los errores, defectos y fallas. Aprendemos a valorar el esfuerzo, buena disposición y voluntad. No hay madre perfecta, lo sabemos. El alma humana busca ese apoyo, camino y norte que ella ofrece.
“Necesitamos aprender de las madres que el heroísmo está en darse, la fortaleza en ser misericordiosos, la sabiduría en la mansedumbre”.
Hacemos bien en celebrarla y recordarla. El amor a las madres dice mucho de uno mismo. Es oportunidad de agradecer, perdonar y cerrar heridas, en caso de que existan. Una mirada cariñosa y cálida a la propia historia familiar, ayuda a vivir mejor y ser más feliz.
El próximo domingo 8 celebramos su día. Las madres hoy no lo tienen fácil. Si bien hemos mejorado en servicios, apoyos y reconocimientos, una sociedad se funda en el buen cuidado de la función materna. Los esfuerzos por compatibilizar trabajo, familia, tiempo libre y maternidad, deben ser tarea constante y no una concesión graciosa, como muchas veces se experimenta.
Isabel Allende, ante la inminente muerte de su hija Paula, le escribe un libro. Más que hablar de su hija, habla de su experiencia de madre. Esas vivencias y recuerdos son elementos que dejan patente el valor que para la escritora tuvo y sigue teniendo ser mamá. En otras reflexiones, y a propósito de esa experiencia, escribe: “Ser madre es entregar amor y tiempo sin esperar que se lo agradezcan; es ejercer la vocación sin descanso, siempre con la cantaleta de que se laven los dientes, se acuesten temprano, saquen buenas notas, no fumen, tomen leche. Es llorar cuando ve a los niños contentos y apretar los dientes y sonreír cuando los ve sufriendo.”
La madre, nos dice el Papa Francisco, es quien ampara al niño con su ternura y su compasión, le ayuda a despertar la confianza, a experimentar que el mundo es un lugar bueno que lo recibe, y esto permite desarrollar una autoestima que favorece la capacidad de intimidad y la empatía.
Necesitamos aprender de las madres que el heroísmo está en darse, la fortaleza en ser misericordiosos, la sabiduría en la mansedumbre.
El corazón de una madre es el más parecido al corazón de Dios. En este tiempo difícil se han visto especialmente probadas en la paciencia, resiliencia, fortaleza. Hacemos bien en celebrarlas. Ganamos todos.