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Columnistas

Nuevo trato capital-trabajadores: un imperativo ético

Eduardo Vergara B. Director ejecutivo Fundación Chile 21

Por: Equipo DF

Publicado: Jueves 22 de abril de 2021 a las 04:00 hrs.

En una misma semana nos enteramos de dos noticias. La primera desde el Banco Mundial: 2,3 millones de personas de clase media cayeron en la vulnerabilidad, atascados en la pesadilla de caer a la pobreza. La segunda la dio Revista Forbes: un minúsculo grupo de chilenos aumentó sus fortunas en más de un 70%.

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Ambas noticias están vinculadas con el trabajo. La primera porque, el ingreso per cápita del hogar cayó cerca del 40% cuando al menos un integrante lo perdió. La segunda, porque son justamente los trabajadores quienes componen la clase media y vulnerable, que es el engranaje central que permite que las fortunas existan y aumenten.

Este no es sólo un dilema sobre ingresos, sino sobre la inequidad que profundiza el espiral del conflicto social. Muchos vivirán con más desprotección, pobreza e incertezas. Si bien queda en evidencia que las ayudas estáteles pueden hacer una diferencia, también que son transitorias, marginales y quedan cortas. Si bien la complejidad de la crisis requiere de generosidad y determinación política, gran parte del problema tiene que ver con la relación entre el capital y los trabajadores.

Las reglas deben cambiar sustentadas en un diálogo que de paso a un nuevo trato. Existe consenso de que necesitamos un sistema tributario responsable, mayor carga para permitir mejor gasto público, impuestos significativos a herencias, patrimonio, un nuevo royalty a recursos naturales y regulaciones razonables de fondo y transitorias de alto impacto como el impuesto a los superricos. Aunque necesarias, sabemos que estas medidas quedarán cortas frente a escenarios cambiantes. Si estos dos mundos no logran un nuevo trato que permita retomar el dinamismo necesario para sortear la crisis garantizando que los beneficios sean compartidos, que el trabajo sea decente, que la flexibilidad camine de la mano con la protección, y que las personas logren estar cubiertas bajo un sistema de protección social real, digno y justo, es esperable que la desigualdad seguirá aumentando, y con ella los múltiples y atomizados estallidos sociales.

Esta base de diálogo debe permitir abordar iniciativas conjuntas para ser presentadas al Gobierno producto de este trato. Una de ellas es la necesidad de regulación que permita el reparto de las utilidades de las empresas entre los trabajadores fijando un porcentaje sobre ganancias anuales. Teniendo en cuenta la explosión del teletrabajo, se debe mejorar y apoyar las necesidades de los empleados, como su seguridad, sus materiales, equipos, y mantenimiento. Urge además que labores en plataformas digitales o delivery estén en el Código del Trabajo.

Este no es un desafío político, sino mas bien un imperativo ético que debe ir acompañado de un cambio cultural. El capital debe despertar de su eterna siesta, dejar de hablarle y escuchar a los mismos, poner freno a las amenazas de retiro de inversión y entender de una vez por todas que debe mostrar liderazgo y generosidad para que todos quienes están en este barco se salven. No sólo los que tienen el privilegio de navegar en primera clase.

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