Nuestra cruda oportunidad en China
La tradición china distingue dos tipos de “pueblos bárbaros”: los crudos (sheng) y los cocidos (shu)...
La tradición china distingue dos tipos de “pueblos bárbaros”: los crudos (sheng) y los cocidos (shu). Chile sería un país crudo. Los cocidos tienen más posibilidades de ser asimilados, están más cerca de la civilización, del “próspero centro del mundo” que es China. Los crudos están bastante más abajo. Con ellos es difícil una relación de igualdad, pese al actual pragmatismo.
La globalización china responde, en latencia y también en cifras, a ese orden cultural. Sus redes de negocios se expanden por el mundo y sólo la penúltima de sus olas desemboca en los desiertos y cordilleras de Chile. En la jerarquía mundial nos ratifica como un nuevo patio trasero: no somos el blanco de grandes negocios ni inversiones. Por acá no pasa ni la punta de su exorbitante flujo de mercancías, ni estamos contemplados en ninguna plataforma real de entrada a América Latina. Tampoco ofrecemos nada muy interesante en cooperación tecnológica o cultural. En su imaginario somos más bien una derruida cantera de materias primas, en especial cobre y hierro (la exacerbación de lo crudo). Un veranito de San Juan que durará hasta que termine la expansión de sus líneas telefónicas o carreteras.
Con Brasil han firmado acuerdos para invertir US$ 8.000 millones y mantienen iniciativas en telecomunicaciones, tecnología espacial e hidrocarburos. Con Argentina se asocian en proyectos de alta tecnología, aparte de comprarles soja. Eso con los más crudos. Con los más cocidos -como los europeos- por todos lados instalan bancos, construyen ciudadelas para la industria o el comercio y establecen vínculos culturales, indispensables para un contacto permanente: acuerdos universitarios, redes de investigación, institutos de lengua.
Pero los chinos están abiertos. Las políticas oficiales impulsan a sus rushang (empresarios confucianos) y getihu (pequeños y medianos emprendedores) a buscar nuevas oportunidades guiados por valores y compromiso social. Un punto en común nada menor si consideramos la agilidad y honradez de nuestra institucionalidad y la transparencia de nuestra cultura comercial.
Un bien algo escaso en el continente, que sin duda es el momento de cultivar. Tal vez así podamos demostrar que no somos tan crudos o que nuestra crudeza es más valiosa de lo que parece.”