Durante los últimos seis años me he mostrado escéptico respecto del optimismo en los habituales pronósticos anuales sobre el ritmo del crecimiento económico estadounidense. Donde la mayoría de los analistas y funcionarios políticos veía retoños y motivos de confianza, yo percibía fuertes vientos de proa que causarían una caída económica y una recuperación inadecuada.
Pero creo que la evidencia para 2014 muestra un mayor equilibrio. Si bien la economía de Estados Unidos enfrentará graves riesgos durante este año, también hay buenas posibilidades de que el crecimiento sea sustancialmente mayor al experimentado desde el inicio de la recesión.
Cuando la Reserva Federal notó la debilidad de la mejora económica en Estados Unidos, lanzó una estrategia de “política monetaria no convencional”, que combinaba compras a gran escala de títulos de largo plazo (flexibilización cuantitativa) con promesas de mantener la tasa de corto plazo para los fondos federales en niveles extremadamente bajos durante un prolongado período de tiempo. La meta era fomentar la transición de los inversores de cartera hacia acciones y otros activos, para generar un aumento en sus precios que impulsara la riqueza de los hogares y gasto de los consumidores. Se esperaba también que las menores tasas de interés redujeran el costo de los créditos hipotecarios y aumentaran el valor de los hogares.
Tanto la Fed como otras partes mostraron un optimismo excesivo sobre el impulso que esas políticas tendrían sobre el PIB. A pesar de la caída en las tasas de interés de largo plazo, los precios de las viviendas solo tocaron fondo en 2012 y el crecimiento de la bolsa de valores avanzó más rápidamente que las ganancias corporativas hasta 2013.
La economía rengueó entonces año tras año: el crecimiento del PBI real en el último trimestre de cada año no superó el 2% respecto del año anterior. El empleo creció más lentamente que la población y los aumentos en los salarios reales anuales promediaron aproximadamente un magro 1%.
Afortunadamente, es posible que las perspectivas estén cambiando ahora para mejor. El crecimiento del PIB real llegó al 4,1 % en el tercer trimestre de 2013 y el crecimiento durante el cuarto trimestre parece haber sido relativamente sólido, impulsado por un tremendo aumento en la construcción de nuevas viviendas y de la producción industrial. Los fuertes aumentos en los precios de los hogares y las acciones contribuyeron a un aumento aproximado de US$ 6 billones en la riqueza de los hogares durante los 12 meses que concluyeron en septiembre de 2013, un presagio de mayor gasto de consumo (al menos para los hogares con mayor poder adquisitivo) en 2014.
Existen, por supuesto, amenazas al ritmo de expansión para el próximo año. Casi la mitad del crecimiento del PIB durante el tercer trimestre de 2013 constituyó acumulación de inventarios; esto implica que las ventas finales solo crecieron aproximadamente el 2,5%. Las empresas se preocupan por posibles aumentos en los impuestos corporativos, especialmente si el Partido Republicano pierde su mayoría en la Cámara de Representantes estadounidense. Si bien los déficits fiscales han disminuido temporalmente, la combinación del envejecimiento de la población y las mayores tasas de interés futuras causarán que la deuda nacional aumente más rápidamente que el PIB hacia finales de la década. Es posible que los mercados de deuda y acciones no sigan respondiendo en forma tan benigna a la paulatina reducción de la flexibilización cuantitativa de la Fed.
Hay aún, por lo tanto, mucho de lo que preocuparse, pero la economía estadounidense tiene mejores probabilidades de lograr una tasa de crecimiento real significativamente mayor en el año entrante que en cualquier otro momento desde el inicio de la crisis.
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