Más allá de la economía
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Matko Koljatic
A inicios de esta semana los dos bloques que dominan la política nacional tuvieron reuniones para debatir sus estrategias. Por una parte, la Nueva Mayoría tuvo un "cónclave", en que se alineó a los partidos y se plantearon algunos cambios en la agenda legislativa como resultado del "realismo sin renuncia". Por su parte, la oposición tuvo su primera "reunión ampliada".
Es una buena noticia para nuestra democracia que este tipo de reuniones ocurran y en particular que la oposición esté dando pasos para actuar unida con miras a las futuras elecciones. La situación en que se encontraba la centro derecha –fragmentada y carente de proyecto y liderazgos– prácticamente garantizaba que no habría alternancia en el poder. Sin embargo, si la oposición efectivamente constituye un frente amplio y unido, existe una posibilidad cierta que un nuevo referente se constituya en una alternativa para el electorado. Para ello, la oposición tendrá que diseñar un proyecto político, el que aún no parece haberse más que esbozado.
En dicho proyecto político, la "ruta óptima" pareciera ser centrar la campaña en el estado "anémico" de la economía, como la describió Felipe Kast. Existe un precedente claro al respecto en la elección norteamericana de 1992, por parte de la campaña de Bill Clinton –en que el mantra fue: "La economía, estúpido"- y en la que Clinton terminó derrotando a George H. Bush. Se recordará que previo a la elección Bush (padre) gozaba de una gran popularidad gracias a la Guerra del Golfo. Sin embargo, la economía norteamericana cayó en recesión y Clinton aprovechó dicha coyuntura para ganar la elección enfocándose en las cuestiones relacionadas a las necesidades económicas de los ciudadanos. Pero, Chile no es Estados Unidos: somos más ideologizados que los norteamericanos y ello obliga a un "relato" que vaya más allá de la economía.
Por cierto, lo anterior no obsta a que el nuevo referente de la oposición tendrá que ratificar el modelo económico que le dio tan buenos resultados al país en las últimas décadas y que el profesor Ernesto Fontaine caracterizaba en una de sus publicaciones diciendo: "Soy un ferviente partidario de la llamada 'economía social de mercado', definida como aquella en que sus precios corresponden a los que se establecen en mercados abiertos a la competencia interna y externa, en donde se respeta la propiedad privada y existen tribunales que funcionan, pero con una fuerte injerencia de un Estado que siempre debe: (i) regular donde corresponda, (ii) cumplir sólo un "rol subsidiario" en materias productivas y (iii) tener una especial preocupación por derrotar la pobreza y brindar igualdad de oportunidades a todos sus habitantes. Además que soy un amante empedernido de la naturaleza" (www.ayeuc.cl/Revista78/reflexiones1_78.html). Sin embargo, a este planteamiento se tendrán que agregar las esperanzas y aspiraciones de los ciudadanos en otros aspectos de sus vidas (sociales, culturales, ambientales, valóricos, etc.) para constituir el "relato".
Los encargados de hacer el escrutinio de lo que quiere la gente y de formular el "relato" serán los candidatos. Y hablo de candidatos –en plural- ya que de la diversidad saldrá la fortaleza. Es cierto que a priori habrá algún candidato con más probabilidad de ganar, pero como nos ha enseñado la estadística bayesiana, a medida que incorporamos más información la probabilidad de acertar mejora. En la elección presidencial pasada la Alianza cometió el error de ungir un candidato con demasiada anticipación -sobre la base de encuestas muy preliminares- candidatura que no tuvo la fortaleza para enfrentar el rigor de la campaña, con lo cual se produjeron los traspiés que conocemos.
El sistema norteamericano de primarias, en que el "relato" y la candidatura se depuran en largos meses que culminan en las convenciones partidarias, es un ejemplo de cómo se aplica el enfoque bayesiano, que en el fondo no es más que un esquema de prueba y error. Eso es lo que permite que hasta Donald Trump sea precandidato a la Presidencia de Estados Unidos.