Aforismos
Hay un aforismo en marketing que dice que hay tres palabras que dan buenos resultados: ‘mejor’, ‘gratis’ y ‘nuevo’...
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Matko Koljatic
Hay un aforismo en marketing que dice que hay tres palabras que dan buenos resultados: ‘mejor’, ‘gratis’ y ‘nuevo’. Estas tres palabras las encontramos frecuentemente en campañas de lanzamiento de nuevos productos y promociones, atrayendo la atención de las personas e incentivando la compra. Sin pretender banalizar las causas profundas lo que se ha dado en llamar las ‘movilizaciones sociales’, y desde la perspectiva comunicacional, pienso que los líderes de dichas movilizaciones han usado estas palabras con la pericia de profesionales avezados en el ámbito de las comunicaciones y el marketing. En breve, y siguiendo con la terminología del marketing, la propuesta de valor que plantean, es un sistema educacional sin lucro (‘nuevo’), de calidad (‘mejor’) y público (‘gratis’). Sumémosle a esto voceros empáticos como Camila y Giorgio, ‘rostros’ en la jerga comunicacional, y encontraremos todos los ingredientes para una campaña exitosa.
Hay que reconocer, sin embargo, que el éxito de las movilizaciones no se debe sólo a la pericia comunicacional, sino que como toda buena campaña de marketing, tiene un fondo basado en las necesidades de la población; lo que antes llamé las causas profundas de las movilizaciones. Las propuestas de valor exitosas responden a necesidades de las personas y esta propuesta de valor de los líderes estudiantiles se asienta en una realidad innegable: hay un problema enorme de sobre endeudamiento de las familias por el pago de las matrículas en la educación superior.
Es un hecho que en Chile ha habido un cambio notable: gracias al desarrollo económico del país y como muy bien lo hacía notar Ernesto Tironi en una columna periodística la semana pasada, las aspiraciones de las familias chilenas han cambiado. Donde hace muy pocos años, la familia chilena aspiraba a que sus hijas e hijos completaran la enseñanza media, hoy la aspiración es que completen estudios superiores. Este es un cambio muy positivo y propio de las expectativas de la población en los países desarrollados. Ante este cambio de expectativas, el Estado ha impulsado el crecimiento de distintas modalidades de becas, el Fondo Solidario y el Crédito con Aval del Estado, que en la práctica han permitido que cientos de miles de estudiantes se enrolen en las instituciones de educación superior, llegando a una cifra cercana al millón de estudiantes en el sector, lo que es un gran logro para el país.
El problema es que el costo de la educación es cada día más caro (un fenómeno mundial) con lo que los aranceles se han disparado. Por otra parte, la rentabilidad privada de los estudios terciarios ha disminuido, justamente por el aumento en la oferta de egresados de la educación superior. Con ello, se dio la ‘tormenta perfecta’, una gran cantidad de padres, madres, estudiantes y egresados endeudados más allá de su posibilidad de pagar a quienes se les invitaba a adherir a un movimiento que exigía gratuidad en la educación superior. No es raro entonces que decenas de miles de personas hayan concurrido a las movilizaciones.
Pero, la educación gratuita, para todos, sería injusta. Siendo la educación un bien de inversión, aquellos que pueden pagar (al contado o a crédito), deberían hacerlo. Al Estado le corresponde un rol de ayuda a quienes no pueden pagar, para cumplir la promesa de construcción de una sociedad en que las oportunidades son iguales para todos. Como lo demuestran los estudios de Claudio Sapelli, la educación es un ingrediente clave que reduce las desigualdades, y al hacerlo, permite una mayor igualación de oportunidades. A la vez, una población mejor educada favorece la estabilidad política, la competitividad y el crecimiento de la economía.
Por la situación descrita y dado que la participación privada en el gasto en Educación Superior supera el 80% (la cual representa el mayor valor entre los países de la OCDE, que promedian un 30% en este indicador), es ineludible aumentar el gasto fiscal en este rubro. Como dice otro aforismo, ‘vamos a tener que romper el chanchito’.