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Macron y Trump quieren bajar impuestos... ¿y nosotros?

Rafael Ariztía Socio de MFO Advisors

Por: Rafael Ariztía | Publicado: Viernes 5 de mayo de 2017 a las 04:00 hrs.
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Los ojos del mundo en las últimas semanas han estado puestos en las elecciones en Francia y en las medidas de Donald Trump en EEUU. Y a pesar de que Macron se define como socialista y Trump como republicano, hay algo en que ambos están de acuerdo: reducir las tasas de impuestos corporativos en sus respectivos países.

Pero acá, en nuestra pequeña realidad paralela, la tasa de impuesto a las empresas sigue subiendo. Este año será de 25,5% y va en camino a ser 27% en 2018.

Es por eso que resulta muy interesante lo que propone Sebastián Piñera en las bases programáticas de su campaña. Si bien los detalles los conoceremos más adelante, en simple sugiere lo que es obvio y muy necesario. Simplificar el enredo tributario que nos legó el gobierno de Bachelet y hacer que nuestra tasa de impuestos corporativos converja al promedio de las tasas de la OECD.

Respecto a lo primero, existe bastante consenso entre moros y cristianos. La calidad de un sistema tributario se juzga por su efectividad para recaudar impuestos y por los costos que impone a la sociedad al hacerlo. Hoy todos reconocen que el sistema de Arenas y Peñailillo es complejo de administrar, enredado para el contribuyente y que no cumple con una condición básica de equidad: a iguales ingresos, iguales impuestos. Simplificarlo y volver a integrarlo es por lo tanto algo que debiera estar en todos los programas que aspiran a algo más que a ser testimoniales.

Respecto a lo segundo, naturalmente habrá más debate y es bueno que lo haya. Algunos dirán que los impuestos tienen que seguir subiendo. Que tenemos que financiar los crecientes gastos que este gobierno, y los anteriores, han comprometido, además de todas las promesas que surgirán en la próxima elección. Pero esto choca con una realidad muy simple. El limón no se puede exprimir para siempre. Hay un punto en que los impuestos empiezan a frenar el crecimiento, y probablemente hayamos llegado a él.

En términos generales existe bastante consenso en que altas tasas de impuesto a las empresas tienen un efecto negativo en el crecimiento de los países. Y también existe consenso en que no es posible generar condiciones de bienestar social sostenibles, si no se basan en un crecimiento económico sólido. Es por ello que, tal como lo muestra Francisco Klapp de Libertad y Desarrollo en un estudio recientemente presentado, todos los países de la OECD han reducido sus tasas de impuestos a las empresas en los últimos 20 años, llevando la tasa promedio a aproximadamente 25%.

En consecuencia, resulta inexplicable que en Chile vayamos en la dirección contraria. Con el 27% que pagarán las empresas en 2018 quedaremos dentro de las tasas más altas de la OECD y como el segundo país que más recauda impuestos de sus empresas, como porcentaje del PIB. Como muestra el estudio mencionado, entre 2012 y 2014 hemos recaudado en torno a un 4,8% del PIB en impuestos corporativos y llegaremos a más de un 6% cuando la Reforma Tributaria esté totalmente implementada, siendo sólo superados por Noruega y lejos del 2,9% promedio de la OECD.

¿Por qué esto es relevante? Por una razón muy simple. Porque nuestro país no está creciendo, y sin crecimiento no hay bienestar posible, ni recursos para financiar los gastos actuales y futuros. Después de haber subido un 60% la tasa de impuestos corporativos en 8 años (de 17% en 2010 a 27% en 2018) las consecuencias son evidentes. La inversión ha caído como piano y no tiene visos de remontar. Por supuesto los impuestos no son el único factor, pero claramente en un entorno mundial en que los impuestos corporativos caen, si un país nada contra la corriente se hace aún más difícil el desafío de potenciar su crecimiento.

Macron y Trump lo saben. Estando ambos en veredas ideológicas opuestas, entienden que todas las promesas que hagan están supeditadas a que sus respectivos países retomen un crecimiento robusto. Y para ello darle aire a sus empresas es fundamental. Piñera naturalmente sabe bien de esto, pero lo destacable es que lo puso por escrito, abriendo con ello el debate sobre un tema de la mayor relevancia para el país.

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