Luis Larraín

La economía y la política en 2015

Por: Luis Larraín | Publicado: Jueves 16 de abril de 2015 a las 04:00 hrs.
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El Fondo Monetario Internacional acaba de reducir su pronóstico para el crecimiento del PIB a un 2,7%. Con ello se pone a tono con las estimaciones de consenso y por debajo del valor medio del rango entregado por el Banco Central (3%). La baja, coincide con la reducción de la estimación del FMI del crecimiento en 2015 para toda Latinoamérica (0,9%) y de concretarse nos llevaría a dos años consecutivos de crecimiento paupérrimo, ya que durante 2014 el PIB apenas aumentó un 1,9%. Las proyecciones del FMI para Chile en los próximos años dejan al segundo período presidencial de Bachelet como el de más bajo crecimiento desde 1990, con una tasa promedio inferior al 3%.

Pocos refutan hoy día que el shock al que ha sido sometida la economía chilena con las reformas del gobierno de la Nueva Mayoría, especialmente el alza tributaria, tiene relación con este bajo crecimiento. Este año estamos en plena discusión de la reforma laboral, que presumiblemente tendrá también un efecto negativo sobre la economía al encarecer el empleo en algunos casos y rigidizar el mercado laboral en otros. El anuncio del Gobierno en el sentido que la reforma entraría a regir seis meses después de su aprobación, y no un año como se había estipulado antes, tampoco es una buena noticia.

Al efecto de estas reformas sobre la economía podría sumarse, durante el año 2015, la incertidumbre política derivada de la situación actual del país. Estamos hoy ante un gobierno muy debilitado por la abrupta baja en el apoyo a la Presidenta Bachelet y a su equipo de gobierno. La Oposición está también con bajos grados de apoyo y todo ello configura un panorama de falta de confianza en nuestra clase política. Algunos incluso hablan de crisis institucional, siendo ésta una conclusión a mi juicio apresurada, porque las instituciones están funcionando para resolver los casos de alta connotación pública que hemos vivido. Lo que no podemos negar es que el clima se ha enrarecido.

Se ha comentado por parte de todo tipo de analistas que el gobierno necesita un cambio de gabinete que le permita variar el escenario político. Hasta ahora, la Presidenta se ha negado a materializarlo. Es evidente que tanto en la coalición de gobierno como en la oposición los liderazgos están a prueba.

Frente a esta situación uno pensaría que desde el punto de vista de la conducción de su Gobierno en el futuro próximo, las opciones que tiene la Presidenta son tres: o "arranca para adelante" profundizando su programa de reformas y dándole un nuevo impulso; o "vuelve a la Concertación" revalorizando los acuerdos con la Oposición y sepultando los aires refundacionales de la Nueva Mayoría; o permanece indeciso, como un gobierno débil sin una clara línea, lo que significa que queda a merced de vaivenes populistas de parlamentarios de su coalición y de los otros.

La versión más extrema de la primera opción culmina con una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución y supone un país en conflicto durante todo el resto del período presidencial. En la tercera opción, podríamos llenarnos de proyectos tipo "gratuidad de estacionamientos" o "música chilena en las radios", pero también de otros aún más dañinos en materias previsionales y de salud. Sólo la segunda opción, la de intentar acuerdos más transversales a través de un equipo de gobierno con experiencia y capacidad de diálogo, asegura un crecimiento de la economía más vigoroso y un ambiente político de entendimiento y proclive por lo tanto a la inversión.

Hay quienes afirman que a este gobierno no le interesa la economía, sino sólo la política. Pero aún siendo así, en algún punto ambas se topan. La baja en el apoyo a la Presidenta Bachelet viene desde antes del caso Caval y se relaciona con el rechazo a sus reformas pero también con la fuerte desaceleración económica del año 2014.

A los chilenos les importa su calidad de vida y ésta se ve deteriorada con el bajo crecimiento económico. Éste debiera persistir mientras no se den condiciones razonables para emprender nuevos negocios y expandir los existentes. El clima actual no permite ser optimistas y sólo un claro liderazgo político puede sacarnos de este estado de cosas.

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