DF Conexión a China | La relación entre China y Estados Unidos necesita ser gestionada
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El aspecto más positivo de las conversaciones del lunes pasado entre Joe Biden y Xi Jinping es que hayan tenido lugar. Las relaciones entre las dos mayores economías del mundo han ido decayendo a una velocidad alarmante; pero el mundo ya ha visto cómo las tensiones en torno a Ucrania han desembocado en una invasión en toda regla por parte del ruso Vladimir Putin. Un ataque chino a Taiwán sería aún más catastrófico.
El giro nacionalista y autoritario de Pekín bajo el mandato de Xi en la última década, sus abusos de los derechos humanos en Xinjiang y sus llamamientos cada vez más frecuentes a la “reunificación” con la isla autónoma de Taiwán han hecho necesario un cambio en las relaciones entre Estados Unidos y China.
“Las conversaciones de Biden y Xi en Bali buscaron evitar un peligroso deterioro en la relación bilateral”.
La determinación de Washington de frenar las ambiciones de Pekín de superarlo como primera potencia militar y económica del mundo significa que es inevitable una mayor desvinculación de China. Pero, al mismo tiempo, Washington debe gestionar con cuidado las relaciones con Pekín, guiado por tres principios: que la desvinculación no debe hacer fracasar la economía mundial; que hay que evitar la guerra; y que la cooperación de China sigue siendo necesaria en una serie de cuestiones globales.
Existen algunas similitudes con la distensión entre EEUU y la URSS tras la crisis de los misiles de Cuba de 1962, cuando la distensión se basó en parte en establecer contactos entre funcionarios de distintos niveles. De la misma manera, Estados Unidos y China necesitan entender cómo piensa el otro. Es positivo, pues, que Biden y Xi hayan acordado designar funcionarios para seguir hablando. Se abre un camino potencial hacia unas relaciones más constructivas.
China podría empezar por restablecer la cooperación judicial en cuestiones como la extradición y la lucha contra la droga, así como las conversaciones bilaterales sobre el cambio climático, que Pekín suspendió tras la visita de Pelosi a Taiwán. Reanudar las comunicaciones entre militares es también esencial para la confianza y la seguridad mutuas.
Por su parte, Estados Unidos tiene cierto margen de maniobra en cuanto a la aplicación estricta de sus controles sobre la exportación de semiconductores a China. También tiene margen de maniobra en su lenguaje sobre Taiwán. El lunes, Biden insistió en que no habrá cambios en la política de “una sola China”, según la cual Washington reconoce, pero no respalda, la opinión de Pekín de que Taiwán es parte de China.
A más largo plazo, el impulso de Washington para frenar la adquisición de tecnologías militares de vanguardia por parte de Pekín debería combinarse con la cooperación en áreas de interés mutuo. Éstas se extienden no sólo a la transición ecológica, sino también a la proliferación nuclear, la prevención de pandemias y la reestructuración de la deuda de los mercados emergentes.
Biden insistió en Bali en que Estados Unidos “seguirá compitiendo enérgicamente” con Pekín. Pero, como señala el ex primer ministro australiano y experto en China, Kevin Rudd, la competencia entre ambos ha sido peligrosamente “desordenada”. Para evitar un deterioro desastroso, ha llegado el momento de una gestión cuidadosa.