Justos por pecadores
Recientemente, la máxima autoridad de la Corfo fue increpado por la prensa...
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José Miguel Benavente
Recientemente, la máxima autoridad de la Corfo fue increpado por la prensa pues la institución había apoyado a un conjunto de empresas que no lo merecían. La lectura fue que los mecanismos de control y selección no habían funcionado debidamente y por tanto la culpa era de la institución. También están aquellos innovadores que se quejan por no haber recibido apoyo público y que después demostraron ser proyectos de gran impacto. ¿Qué tienen en común estos temas?
En el año 1970, el famoso economista George Akerlof, publicaba un interesante artículo sobre calidad e incertidumbre. El argumento central del trabajo era que cuando los consumidores no pueden distinguir claramente la calidad del bien que se está ofreciendo entonces podrían generarse espacios para el comportamiento oportunista de aquellos que ofrecían bienes de dudosa (no comprobable ex ante) calidad.
El autor lo ilustraba con el mercado de los autos usados. Si dos autos que poseían características externas similares aunque uno de ellos estaba a mal traer pero no era visible para el comprador -un lemon-, el dueño del auto en buen estado en algún momento abandonaría el proceso de negociación con los compradores pues su rival siempre estaría dispuesto a venderlo marginalmente más bajo. El resultado entonces es que sólo se ofrecerían autos de dudosa calidad aunque a un precio algo más bajo. Este fenómeno se conoce como selección adversa.
Esta situación se presenta en la banca y de allí la exigencia de garantías para los créditos, pero en particular en instituciones apoyo público a la innovación. En efecto, con el objetivo de que evitar que se pase algún lemon, estas instituciones generan un amplio espectro de tramites burocráticos a sus potenciales beneficiarios en aras de la transparencia y buen uso de los recursos. No obstante, si el proceso de postulación a estos beneficios se hace demasiado costoso puede ocurrir que buenos proyectos y/o buenos innovadores desistan de participar y sólo queden aquellos que buscan extraer rentas inframarginales del estado.
Considerando que los proyectos de innovación son en esencia de alta incertidumbre y, por lo tanto, no se puede garantizar su éxito, con mayor razón aún resulta contraproducente hacer muy costosas, administrativamente hablando, las postulaciones a los fondos públicos. Tratar de determinar en forma anticipada en base a requerimientos legales y administrativos, el éxito de un proyecto de innovación no tiene sentido alguno. Mas aún, es justamente la incertidumbre de sus resultados la que justifica el apoyo público.
¿Qué hacer entonces si se busca un buen uso de los recursos públicos y al mismo tiempo evitar la selección adversa?
La respuesta es hacer que el proceso de postulación se haga lo más expedito posible y que el esfuerzo de control se realice después de adjudicados los fondos. Y si en este proceso posterior se encuentra que se ha hecho un mal uso de los recursos, se deben adoptar medidas de castigo ejemplares de manera de desalentar a potenciales burladores del sistema de apoyo, evitando que paguen justos por pecadores.