Incentivos en carreras técnicas
La reciente evidencia muestra que finalmente la matrícula en centros de formación técnica (CFT) e institutos...
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José Miguel Benavente
La reciente evidencia muestra que finalmente la matrícula en centros de formación técnica (CFT) e institutos profesionales (IP) alcanzó a aquella del sistema universitario. Ello nos acerca a las buenas prácticas internacionales bajo la premisa que son carreras más cortas, orientadas a entregar competencias para el trabajo y, teóricamente, de mayor empleabilidad.
Muchos de estos muchachos han financiado sus estudios técnicos ya sea con el esfuerzo de sus familias, endeudándose mediante el crédito con aval del estado CAE y/o con apoyo público directo como las becas Nuevo Milenio. El problema surge cuando aquellos que logran terminar sus estudios, la mayoría provenientes de los hogares más pobres de nuestro país, no logran encontrar trabajo. El problema es aún más grave cuando todos, con nuestros impuestos hemos participado en su financiamiento mediante becas como créditos subsidiados que no logran su objetivo. Ni hablar de aquellos que no terminan su formación.
Revisando el diseño del apoyo es fácil darse cuenta que hay un problema de incentivos para aquellos que ofrecen estas carreras. ¿Qué pasaría con el diseño de las mallas curriculares, con su acreditación, con las campañas de mercadeo y responsabilidad educativa si se le exigiera a aquellos que las ofrecen un nivel mínimo de empleabilidad de sus ex alumnos?
Obviamente que esto no debería ser exigible para todos los CFT e IP ni para cada alumno en particular. Que no se entienda que estoy en contra de la autonomía, pero si poner ciertas metas para aquellos que acepten alumnos que sean financiados parcialmente con mecanismos públicos. Por ejemplo, para las becas Nuevo Milenio hoy sólo se exige que la instituciones que acepten estos becarios estén reconocidas por el Mineduc y que tengan más de 100 alumnos. Nada más. Así, hay oferentes que diseñan programas pensando en las preferencias privadas de los alumnos y no necesariamente en su futura empleabilidad. Un bien también público.
Esta exigencia que aplica en buena parte de los esquemas de educación técnica en países desarrollados también se aplica para algunas carreras universitarias. Sin embargo, aquí hay más debate, pues en muchas de éstas el criterio de empleabilidad no necesariamente tiene que ser el más relevante, ni para la institución, ni para el alumno, ni para la sociedad. En particular, en carreras no profesionales. Pero sí se puede ofrecer un conjunto de becas asociadas a tipos de carreras que se desean potenciar. Actualmente en Chile existe este mecanismo para aquellos interesados en estudiar pedagogía. Pero este criterio de selectividad
-término poco querido por algunos de mis colegas, puede ser extendido a otros ámbitos que nos interesa como sociedad fomentar. Ello requiere buscar un buen mecanismo que pueda expresar estas necesidades y que no sea capturable por grupos de interés.
Estos casos -hay muchísimos otros- muestran que una revisión del diseño de algunos instrumentos de apoyo a la educación superior puede evidenciar inconsistencias que hace rato nuestros estudiantes claman.