Mai Mai Peñi…P
Socio Principal de Quiroz & Asociados
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Jorge Quiroz
Buenos días hermano. Es lo que significa “Mai Mai Peñi” en Mapudungún. Y es también el nombre que escogiera Nicanor Parra para su discurso de agradecimiento al premio Juan Rulfo, que le fuera otorgado en 1991. En una suerte de parodia, propio de su antipoesía, en Mai Mai Peñi Parra discurre sobre los distintos tipos de discursos que existen. Hasta ahí nada sorprendente. Lo que sorprende, es cuán vigente continúa el catálogo de Parra.
El poeta parte haciendo especial mención al “discurso que se borra a sí mismo”: mímica por un lado, voz y palabra por otro... De esos, hoy en Chile tenemos varios. Sin ir más lejos, contamos con el reciente anuncio presidencial que el 2016 será “el año de la productividad”: la palabra va por un lado y la acción por otro, qué duda cabe. O si no, ¿cómo entender un salto en la productividad, con toda la energía política puesta exactamente en sentido contrario, con anunciadas rigideces por doquier en el mundo laboral? Lamentablemente, la Presidencia no tiene ni por lejos el monopolio de este tipo de discurso. En efecto, y casi de comedia, contamos también con un banco de la plaza que con bombo y platillo anunciaba una iniciativa de promoción de ética en los negocios, mientras que casi al unísono, a su presidente lo ponían tras las rejas en un escándalo de corrupción de proporciones macroeconómicas en su país de origen. Y podríamos incluir aquí también a los numerosos discursos de la derecha llamando a la unidad en un sector que cada vez luce más dividido, como si cada discurso de “unidad” anunciara más bien lo contrario. ¿Quién entiende?
Continúa don Nicanor haciendo referencia al “discurso Huidobriano”, de una sola palabra, repetida hasta las náuseas, en todos los tonos imaginables. De éstos también tenemos abundantes ejemplos. ¿Cuántas cosas se han dicho y hecho en nombre de “la igualdad”, repetida en todos los tonos, y, sí, hasta las náuseas? En nombre de la igualdad se hizo una reforma tributaria cuyos números no cuadran y que será necesario volver a reformar; en nombre de la igualdad se están gastando ingentes recursos en destruir un sistema particular subvencionado que lo hacía razonablemente bien, y, finalmente, en nombre de la igualdad también se ha instalado una iniciativa de gratuidad universitaria que hoy pocos terminan de entender. Otras palabras socorridas y usadas hasta el hartazgo son “sustentabilidad” –degradada en la práctica en sinónimo de una amplia gama de escollos para la actividad productiva- e “innovación”, esta última casi un chiste de mal gusto en un país que lleva lustros con su productividad virtualmente estancada.
Parra identifica también lo que sería “el discurso ideal”: aquel que no dice nada aunque parezca que lo dice todo. Ése es quizá el más común estos días. Incluye, entre otros, a la acuarela de bondades con que se pinta una futura nueva Constitución, que nadie sabe a ciencia cierta en qué va a consistir. Podríamos incluir también en esta categoría a los discursos variopintos con que la autoridad promete ponerle coto a la inseguridad rampante: suenan bonitos pero en el fondo nada dicen.
Mientras transcurre esta miscelánea de discursos, ya en abierta oposición a la acción efectiva, ya invocadores de palabras que de tanto repetirse han perdido su significado, o ya abundantes en floridos adjetivos cuyo fin último es precisamente no decir nada, el país real sigue su curso. Caminando a media máquina y empatado en la mediocridad de todos los días. El balance de fin de año no es nada halagüeño: una economía que crecerá escasamente más de dos por ciento, viniendo de un 1,9% el año pasado, un ingreso per cápita que medido en dólares va para atrás y una perspectiva de cuasi estancamiento, con notorio deterioro fiscal para los años venideros.
¿Cómo salir del embrollo? Quizá recordando la primera cita que el propio Parra hace de Juan Rulfo, al comenzar su Mai Mai Peñi: “o nos salvamos juntos, o nos hundimos separados”. Acaso baste con ese pensamiento.