¿Aristóteles - Maquiavelo o Von Wieser?
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Jorge Quiroz
Preguntando, por aquí y por allá, a conocidos economistas de la Nueva Mayoría el porqué de tanto afán de reforma económica y social, he llegado por fin a lo que parece ser el meollo del asunto. Se trataría de la “tesis del apaciguamiento”.
El argumento sería como sigue. Chile lo habría hecho extraordinariamente bien en los últimos 25 años, multiplicando su ingreso per cápita, sacando a millones de la pobreza, etc. Pero, así continúa la ilación, nuestro país aún sería muy desigual. Ello generaría descontento que, por una vía u otra, trabaría el desarrollo mismo, ya de modo directo (bloqueos a proyectos de inversión, inestabilidad social), ya de modo indirecto (medidas populistas por parte de políticos oportunistas). Luego, lo que habría que hacer es redistribuir; por lo pronto, regalar la educación en vez de cobrarla -o sea, cobrársela a otros- amén de otros regalos. La distribución de todo tipo de regalos, que en lenguaje político serían “derechos” y en jerga tecnocrática “transferencias”, reduciría la inequidad y apaciguaría los espíritus. A su turno, ello traería la necesaria calma social para seguir creciendo.
He ahí el argumento. Lo llamo la tesis del apaciguamiento porque, en bien del propio desarrollo, se estaría intentando apaciguar a un determinado segmento de la sociedad, y particularmente a los más vocales: no por nada el primer regalo (derecho) sería para los estudiantes universitarios. Se trataría entonces de comprar paz social para poder seguir creciendo.
No es de sorprender que esta tesis sea popular entre economistas con formación neoclásica, educados en la teoría de la “utilidad marginal decreciente”, sistematizada por primera vez por Friedich Von Wieser el S. XIX. Según ésta, más de cualquier cosa otorgaría una satisfacción decreciente. Luego, las masas podrían ser apaciguadas sobre la base de transferencias. Si se les da, por ejemplo, los 3 puntos del PIB que promete la reforma tributaria, su ímpetu para seguir formulando demandas disminuirá, ya que los siguientes 3 puntos otorgarán menos satisfacción que los primeros.
Me temo que estamos ante una falacia de proporciones colosales. Ya Aristóteles advertía que “la avaricia de los hombres es insaciable: al principio basta con dos óbolos solamente, cuando se acostumbran a ello siguen pidiendo cada vez más, hasta el infinito...” Igual pensamiento tuvo Maquiavelo en sus Discursos: “La plebe nunca dominó su apetito y, apenas lograba alguna concesión de los patricios, iba por la siguiente, hasta que el conflicto derivó en guerra civil”. Me dirán que ni Aristóteles ni Maquiavelo tuvieron el gusto de conocer a Von Wieser. Desde luego que no, pero sí predijeron, a su modo, la teoría de Duesenberry, según la cual los patrones de satisfacción los mide cada grupo social con referencia a sus pares. Este último planteamiento, que data de los años cuarenta del siglo pasado, ha sido desempolvado por los nuevos estudios sobre felicidad de la última década. Así, si se eleva la media del consumo a un determinado segmento social, la satisfacción pasa a medirse de ahí para arriba, o, como decía Aristóteles, “hasta el infinito”.
Basta un poco de calle para constatar que un grupo no menor de chilenos es mejor caracterizado por Aristóteles y Maquiavelo que por Von Wieser. Aspiran seriamente a que las reformas propuestas por Bachelet tengan un cariz mucho más profundo que el que la tecnocracia de la Nueva Mayoría está dispuesta a reconocer. La gente piensa que el agua va a ser nacionalizada de veras, que las pensiones subirán significativamente, etc, todo lo cual suma mucho más que 3 puntos del PIB. Me temo entonces que hecha la reforma tributaria, y asegurada la gratuidad en la educación, seguiremos viendo nuevas y crecientes demandas sociales: la calle irá por más.
Sólo entonces, acaso, los economistas de la Nueva Mayoría caerán en la cuenta que había más luces en Aristóteles y Maquiavelo que en Von Wieser.