Argentina lo hizo de nuevo...
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Jorge Quiroz
Ahora es LAN. Pero antes fueron los precios fijos (por años) a la distribuidora eléctrica de Buenos Aires, filial de Enersis. Y también lo fueron cuatro gasoductos que costaron más de US$ 420 millones de la época, hoy desocupados, por los que compañías chilenas continúan pagando la cuenta (contratos take or pay). Y el repudio de la deuda externa, con perjuicios para los tenedores de bonos …
¿Cuánto ha costado todo esto a los chilenos? Si Ud. cree que se trata de un asunto de grupos económicos y grandes accionistas solamente, se equivoca. Detrás de cada empresa hay plata de los fondos de pensiones, de todos los chilenos. Nunca he sacado la cuenta -valdría la pena hacerlo- pero creo no equivocarme mucho si digo que la suma de todas estas apropiaciones indebidas supera largamente un par de puntos de nuestro PIB, sólo en la última década. En síntesis, varios miles de millones de dólares que pasaron de la Sra. Juanita a Che Juanita. ¿Hasta cuándo?
Nuestro enfoque respecto del país hermano es absolutamente errado. Lo he dicho antes. Cuando negociamos con el gobierno argentino, los chilenos pensamos que estamos en un “juego cooperativo”. Juego cooperativo es aquel en que las partes, a pesar de tener intereses contrapuestos, entienden que es posible cerrar acuerdos vinculantes entre ellas. Lamentablemente, ello no es así. Un acuerdo suscrito con la hermana república ha probado valer menos que el papel en que se estampa. Mientras nosotros jugamos un juego cooperativo, los argentinos juegan uno no cooperativo. En este último, los acuerdos vinculantes no son posibles y las comunicaciones son a lo más señas tácticas que deben ser interpretadas especulativamente, como cuando se leen las hojas del té.
Entre los muchos juegos no cooperativos que existen, el favorito de los gobiernos argentinos es el de la gallina, popularizado en el clásico del cine “Rebeldes sin causa”. En este juego, dos conductores guían sus respectivos autos a toda velocidad hacia un barranco. Para salvarse deben saltar del auto antes de caer. Pierde el primero que salta. Ese es gallina.
El juego de la gallina puede ganarlo cualquiera de los participantes. Pero hay un truco. El que gana, para hacerlo, debe convencer al otro de que está loco. Claramente, si usted está jugando este juego con una persona que aparenta convincentemente un estado de demencia, saltará antes del auto, porque se convencerá de que su contraparte está dispuesta a todo, incluso a caer por el barranco. En la historia abundan personajes que por un buen tiempo lograron éxito jugando el juego de la gallina, convenciendo al otro de su disposición a todo. Lo jugó Hitler exitosamente contra Chamberlain, y no sirvió de nada la política de “apaciguamiento” de este último. Y que me perdonen la analogía, lo ha jugado también exitosamente la dinastía Kirchner contra la comunidad internacional.
¿Cómo negociar entonces contra un jugador experto en el juego de la gallina?
Aunque suene duro, la única forma es demostrar que se está dispuesto aún a locuras más espectaculares que la contraparte. En el caso de Argentina, acaso la única manera de entendernos sea con sanciones comerciales de envergadura: después de todo, mientras las exportaciones a Chile representan un 6,3% de las exportaciones de Argentina, las exportaciones de Chile al vecino país son sólo un 1,3%. Desde luego, una amenaza como ésta se enfrentará con todo tipo de prevenciones “racionales” (que no son las que sirven en el juego de la gallina); por ejemplo, que Argentina nos podría llevar a un panel a la OMC. Pero nosotros tenemos motivos fundados y de sobra para hacer lo mismo.
En síntesis, si queremos resultados distintos tenemos que estar dispuestos a modificar lo que ha sido nuestro enfoque tradicional hacia ese país. De otra forma, más vale que “provisionemos” algo así como un cuarto de punto de PIB por año para “transferencias obligatorias” allende los Andes.