“Permisitis aguditis”
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Guillermo Tagle
¿En qué minuto se nos enredó tanto Chile? Somos un país que ha progresado como ningún otro en América Latina, como pocos en el mundo emergente. Sin embargo, toda esa energía y todo ese espíritu de emprendimiento, que por más de 30 años nos permitió crecer y resolver los problemas básicos para un porcentaje grande de la población, de pronto cambió. Nos llenamos de críticas públicas, nos hemos vuelto intolerantes, hemos exigido como sociedad, que para todo haya que pedir permiso.
Cualquier emprendimiento nuevo, independiente de lo positivo que sea, de lo evidente que sea su aporte al progreso económico y social, tenga que conseguir aprobación, hasta por algún insecto que pueda ver alterado su entorno. Son infinitos los ejemplos que circulan en Chile, de casos absurdos de trabas y autorizaciones que han impedido la realización de proyectos de inversión. Se ha detenido la inversión y la innovación en el sector eléctrico y en la minería. El sector industrial también ha sufrido las consecuencias de una sociedad que no perdona un error, que no está dispuesta a dar una segunda oportunidad. Lo que no se dan cuenta quienes promueven e incentivan esta "enfermedad" llamada "permisitis", es que la consecuencia inmediata es un beneficio directo para quienes ya están establecidos en una determinada actividad, que cuentan con aprobaciones y permisos a los que ningún nuevo competidor podrá acceder, con la consecuente reducción de la competencia y del bienestar de la misma población.
Hay diversas teorías o hipótesis que lucubran los "pensadores sociales", que tratan de explicar el fenómeno que vivimos. Algunos sostienen que cuando se supera los US$ 15 mil de ingreso per cápita, emergen nuevas necesidades, nuevas comparaciones, se hace evidente la desigualdad y el anhelo de bienestar.
Algunos sostienen, que el progreso "empodera" a la gente que ahora se atreve a exigir y defender sus derechos, se atreve a alzar la voz y a oponerse a cualquier cosa que pueda afectar o perjudicar su zona de influencia. Hay quienes buscan explicar el fenómeno, como una consecuencia del desarrollo tecnológico, que ha puesto al alcance de la mano (literalmente), la posibilidad de reclamar, de insultar, de ser intransigente, muchas veces amparado en la ventaja del anonimato o de un simple seudónimo. Bastan 140 caracteres y algún número relevante de "seguidores", para emitir un mensaje y multiplicar su efecto en toda la sociedad, para paralizar un proyecto, para "liquidar" a cualquiera que haya cometido un error o haya emprendido algo incorrecto.
La realidad objetiva, es que no hay razón para un sentimiento de tanta negatividad como el que se suele reflejar en los medios de comunicación social. Es efectivo que hoy la población en promedio, vive más y mucho mejor que su respectiva generación anterior. Las personas tienen derechos y hoy en general se respeta al prójimo y cada vez más. Las oportunidades de trabajo son cada día mejores, las remuneraciones reales también han crecido. Las nuevas tecnologías nos permiten vivir comunicados, tener más amigos y ser mucho más productivos. Basta imaginar cuántos más trabajos y clientes puede atender un gasfiter al día, gracias a su teléfono celular. Hay atochamiento en las carreteras, pero es porque sólo en 2011 más de 300 mil personas compraron un auto nuevo y tienen cómo financiar un fin de semana de descanso.
Para estar mejor, para eliminar este sentimiento de pesimismo que a veces nos embarga, hay que "creerse el cuento". Si nos creemos enfermos, es probable que terminemos enfermos. Si nos sentimos sanos, si nos preocupamos más de comentar y promover las tantas cosas buenas que tenemos alrededor, es posible que volvamos a sentirnos fuertes, que volvamos a emprender la marcha, que volvamos a crecer como sociedad unida, constructiva y convencida que todavía tiene que luchar por más, por que no todos han llegado al nivel mínimo de bienestar que merecen. Para ayudar a que todos los chilenos tengan acceso a una vida mejor, hay que facilitar la tarea a los que tienen talentos para emprender. Hay que facilitar los trámites y los procesos que permitan poner en marcha nuevas iniciativas creadoras y transformadoras del universo. Chile lo pudo hacer durante décadas, no hay motivo para que no podamos seguir haciéndolo.