Pandemia para rato, espíritu para poco
Guillermo Tagle Presidente Credicorp Capital
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Guillermo Tagle
Hace ya 3 meses, muchos estamos “encerrados” en casa cumpliendo cuarentena voluntaria-obligatoria para cuidar la salud personal, de nuestra familia y de la comunidad. No fue fruto de una decisión ni discernimiento libre y personal la que nos ha llevado a esta situación de confinamiento. Ha sido el resultado de una decisión de política pública, adoptada como estrategia por la mayoría de los países del mundo, frente a la cual corresponde acatar y cuidarnos colectivamente.
No está claro y no hay evidencia empírica que nos pueda demostrar qué camino tendrá un epílogo con menos fallecidos. Por ahora, lo único viable es tratar de evitar el colapso de los servicios de salud, suavizando el flujo de pacientes que llega simultáneamente a solicitar los servicios del sistema. El camino elegido está también prolongando en forma significativa la agonía y el sufrimiento de millones de familia que han perdido su fuente de trabajo, que han quedado a merced de las iniciativas de ayuda social del Estado o de esfuerzos impulsados por el sector privado, que tratan de llegar con ayuda a quienes han quedado sin acceso a sustento.
Cuando partió esta pandemia, la mayoría de las iniciativas públicas y privadas se preparaban para apoyar por dos a cuatro meses. Las propuestas iniciales de bonos, programas de apoyo a desempleados, campañas colectivas para reunir y distribuir alimentos, se veían como iniciativas temporales, de corto plazo, que partían del supuesto de que, hacia la mitad del segundo semestre, ya estaríamos volviendo a la “normalidad” y la economía, retomando su dinamismo precovid. En algún momento (hace algo más de un mes) se pensó que veíamos “la luz al final del túnel”, pero resultó ser un tren que venía en contra.
En este contexto, ya se empieza a hacer evidente que la magnitud del problema es mucho mayor a lo imaginado (en Chile y en el mundo). Que el impacto de este virus alterará en forma radical y profunda a la humanidad. Que cambiará la forma cómo conviviremos, la forma de trabajar, cómo y dónde invertir, cómo organizar la vida social, qué actividades económicas serán factibles y cuáles se harán inviables.
La pandemia nos ha cambiado radicalmente la vida y para superar sus consecuencias, se requerirán esfuerzos también radicales. Construir unidad, cohesionar a los chilenos de buena voluntad que se consideraban en veredas opuestas, será fundamental para diseñar una sociedad para el futuro, donde el foco principal tendrá que volver a ser superar la pobreza y no sólo distribuir la riqueza (que en buena medida se habrá “esfumado”). Será urgente generar trabajo, crear valor, promover el emprendimiento y al mismo tiempo, fortalecer la institucionalidad y las regulaciones, que esta vez permitan hacerlo con equidad y con protecciones que excluyan los abusos y los desequilibrios que nos afectaron en el pasado. Habrá que poner a trabajar toda la fuerza creadora que Chile ha demostrado tener en el pasado, para sacar a los más pobres de su condición de vulnerabilidad, siendo claramente la mejor herramienta para lograr ese propósito, crear empleos, calificados, estables y bien remunerados.
En esta etapa pospandemia, habrá que convocar a todas las personas con capacidad creadora, en lo político, económico, empresarial y social, para que trabajando juntos podamos construir una sociedad moderna, con fuerte crecimiento y mucha equidad social. En el mundo político, urge convocar a una nueva generación de dirigentes, gente joven, bien calificada, con vocación de servicio público, sin ataduras por conflictos de intereses del pasado, que se gane el reconocimiento y el respeto de la sociedad y que pueda avanzar en el diseño de la institucionalidad que podrá conducir al progreso, a la generación de niños y jóvenes que recién empieza su vida.