Del Informe Valech, las Becas Valech y el democratismo chileno
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Fernando Moreno
Lamentablemente, al menos para la militia christianae (San Agustín), el escándalo, con fundamento en el robo y en la mentira con engaño, tiene no solamente una femenina expresión ministerial (Provoste, por ejemplo ), sino, además -a mayor abundamiento- una particular expresión episcopal.
No juzgamos aquí a la persona del Obispo Valech, sino a su objetiva y concreta contribución a lo que ha venido ocurriendo, a costas de la verdad y del Bien Común del Pueblo Chileno.
En general, bajo la mentirosa, e hipócrita invocación de la democracia y los derechos humanos, el nepotismo, el robo, el clientelismo partidario (con extensión española y mejicana ), el concertacionismo ha logrado ofuscar, o bloquear la memoria (simple o histórica), del pueblo chileno, concerniente a la dinámica y avatares de la vía chilena al socialismo, es decir, de la allendista versión chilensis del totalitarismo marxista; de inspiración cubana y alemana oriental.
Mas Historia Magistra Vitae, recordaba ya Cicerón Pero, numerosísimos chilenos víctimas de los demagogos, es decir de los aduladores del pueblo (Aristóteles), civiles y clericales, han sido ofuscados, y aún reclutados por agentes partidarios correspondientes a los carentes de espíritu y sobrados en energía que ya denunciaba Dostoiewsky (Los Hermanos Karamazov).
En esta dinámica proyectiva se sitúa, por ejemplo, el gesto democrático, de acogidas a los comunistas: especie en extinción; socorrida y protegida en el Chile aún democratista. ¡Sin mayor sorpresa, sin embargo! Y esto, porque los piadosos ( ) militantes de el partido, una vez más a nombre de los derechos humanos y de la democracia, no trepidan en rescatar y acoger a los agentes ideológicos del totalitarismo marxista ( ), al tiempo que mantienen (aún hoy ) como presidarios a los miembros de las Fuerzas Armadas que, liberaron a Chile de la esclavitud ideológica y criminal.
La mentira en política, si es que no es una frontalmente ideológica política de la mentira, degrada la vida social (y política), altera la normal humana convivencia, contamina la cultura, y, last but not least, suplanta el bien común; es decir la buena vida humana del pueblo, en la unidad de paz (Santo Tomás de Aquino), que es fin y tarea de la sociedad (Messner). En todo caso, el inmoral usufructo del erario y de los bienes de la nación (nepotismo, clientelismo partidario, coimas internacionales ), a menudo so pretexto de derechos humanos, abundantemente practicado por el concertacionismo (descarada y solapadamente ...), con o sin apoyo clerical, debiera ser tan urgente y drásticamente enfrentado, como el ataque a la delincuencia o a la sospechosa (o aún connivente talvez) práctica judicial de la puerta giratoria; con la urgente e imperiosa necesidad de legislar, debida y punitivamente, en relación a criminales (aún asesinos) delincuentes menores de edad.
Una propia concepción de los derechos humanos implica, prácticamente, enfrentar cuestiones y problemas reales, más allá de informes y becas no ajenas a la mentira, con engaño (San Agustin).