Navidad y las fiestas de cambio de año son el tiempo por excelencia en que las personas dejan de lado su estilo confrontacional en pos de la cooperación. ¿Qué produce esta espiral de beneficio mutuo? La cooperación es parte de la historia de las relaciones y sin ella el mundo en sociedad en su actual estado de desarrollo sería impensable.
Al tratarnos cooperativamente, las personas actuamos de manera conjunta en la solución de nuestros problemas, intentando obtener acuerdos cercanos a lo óptimo, en que ambas alcanzan sus objetivos. El comportamiento de los individuos busca satisfacer los reales intereses, con una preocupación preferente por colaborar. Cuando las personas colaboran no existe una disputa de poder, ya que éste no se gestiona de manera de imponer una posición, sino más bien de lograr un equilibrio en la satisfacción de necesidades, con criterios de legitimidad y justicia para todos. Las personas, en vez de agredirse y dañarse, comprenden los intereses comunes y buscan vías para solucionar los puntos conflictivos y aumentar el valor para todas. Se busca fortalecer la relación entre las partes, ya que hay expectativas de dar y recibir en el futuro que aumentan aún más el valor entre ellas, lo que hace que se generen altos grados de confianza y sinceridad.
Esta manera de abordar las diferencias debiera ser la dominante en los casos en que las personas se encuentran vinculadas en forma interdependiente, como familiares o profesionales que trabajan al interior de una gerencia o entre países vecinos. Para que la cooperación realmente tienda a un mejor resultado para las partes es necesario que ambas crean en ella; si una sola persona la utiliza y la otra no, las posibilidades de obtener un resultado óptimo son escasas, pues la parte competitiva de la relación irá disponiendo a los individuos a defenderse y contraatacar, dejando que la emotividad nuble las necesidades que tienen, terminando las relaciones en un ganar/perder.
Abordar las diferencias cooperando nos ayuda a sistematizar razonamientos que nuestro sentido común y experiencia nos indican. Todo lector dirá que, desde luego -es evidente-, sería mejor que las organizaciones como países, empresas y familias colaboraran para interrelacionarse con éxito. Sin embargo, la historia de las naciones, de muchas compañías y seres cercanos habla de confrontación y competencia, lo que nos revela que el sentido común de la cooperación requiere equilibrio, confianza y madurez, respecto de los cuales no todas las personas están preparadas. En estas fiestas reflexionamos sobre lo que hicimos bien y lo que pudo resultar mejor durante el año.
Algunas ideas para pasar de la confrontación a la cooperación son no contraatacar; escuchar activamente a la otra parte para comprender a cabalidad sus intereses; circunscribir los problemas a unos pocos puntos; buscar alianzas donde se cree que no las hay y separar a la persona del problema. Estos pasos dan resultado, pero es necesario controlar nuestras emociones antes que las del otro. A los seres humanos nos cuesta integrar la emoción con la razón, lo que genera pérdida de valor y daño, muchas veces irreparable. Estas fiestas son la mejor demostración que siempre hay lugar a la cooperación y al beneficio mutuo.