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Emisiones de CO2, ministras y Mauna Loa

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Hace poco la ministra de Medio Ambiente puso en duda el compromiso internacional de Chile de reducir sus emisiones de gases con efecto invernadero (GEI) en 20% para el año 2020.

Casi simultáneamente se marcó un hito mundial relacionado, que pasó casi desapercibido en Chile: la concentración de CO2 (principal GEI) en la atmósfera llegó a los 400 ppm (partes por millón) en el observatorio de Mauna Loa en Hawái por primera vez. Cuando empezaron las mediciones ahí en 1958, la concentración de CO2 era de 316 ppm y hace 200 años, antes de la Revolución Industrial, era alrededor de 280 ppm. La tendencia es clara y se acelera a pasos agigantados, y se debe casi entera a la acción humana, principalmente a través de la quema de combustibles fósiles, pero también la deforestación.

A su vez, el aumento en la concentración de CO2, que dura cientos de años en la atmosfera, afecta el cambio climático, principalmente a través del aumento en las temperaturas. El problema, como muchos relacionados al medio ambiente, es uno de acción colectiva, es decir, poco se gana tomando acciones individuales si el resto del mundo no actúa del mismo modo. De reducir sus emisiones de GEI unilateralmente, un país pequeño como Chile pagaría los costos de dicha acción, pero no percibiría los beneficios de alcanzar un acuerdo global que redujera las emisiones. Eso explica la reticencia de algunos países desarrollados a comprometerse a metas de reducciones de GEI sin que otros grandes emisores hagan lo mismo.

En este verdadero dilema del prisionero, es fundamental estar en la mesa y liderar con el ejemplo. Chile es visto en la escena internacional como un país líder en sus políticas públicas en diversos ámbitos y el cambio climático no es la excepción. Es un activo que debiésemos aprovechar para fomentar mayores avances en la negociación global sobre la mitigación de emisiones de GEI y el uso de los fondos internacionales asignados para ello. Porque finalmente, Chile es vulnerable al cambio climático, que afectará tanto nuestra salud como nuestra economía a través del impacto en la agricultura y la disponibilidad de recursos hídricos; también tendrá efectos en las áreas costeras y la biodiversidad marina y terrestre.

Es hora de mostrar liderazgo, generando mayor conciencia a nivel nacional sobre la mitigación y adaptación al cambio climático y asumiendo compromisos a nivel internacional.

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