Que la Reserva Federal de Estados Unidos reduciría las compras de activos antes de abril de 2014, el tapering, era algo esperado. Que ocurriera a partir de enero fue sorpresivo, pero no hace mucha diferencia. Lo realmente importante es el éxito de la Fed en convencer al mercado que el desmantelamiento de la política de relajamiento cuantitativo (QE) no significa aumentos de la tasa de interés de política (FF), al menos en el futuro cercano.
La victoria comunicacional del saliente presidente de la Fed, Ben Bernake, permitió que, al menos por ahora, los efectos del anuncio de tapering en las tasas largas hayan sido acotados, a diferencia de lo sucedido en junio, cuando las tasas largas subieron más de 60 pbs en pocas semanas. Pero ¿podemos tener otro junio y ver la tasa del tesoro a 10 años llegar sobre el 4% durante 2014?
La respuesta está en lo que los economistas llaman inconsistencia temporal: una situación en la que las razones que me llevan a comprometerme hoy a hacer algo en el futuro, desparecen cuando llega el momento de cumplir la promesa, dificultando enormemente que la gente confíe en los compromisos que adquiero hoy. En el caso de la Fed el compromiso es mantener tasas bajas por un tiempo prolongado, aún cuando en los próximos trimestres las condiciones macro mejoren y “aconsejen” llevar la FF a niveles por sobre los prometidos. La Fed necesita que le crean, ya que una vez finalizado el QE, la única razón por la que las tasas largas seguirán bajas es que el mercado crea que la FF no subirá en un buen tiempo.
¿Seguirá el mercado creyéndole a la Fed? Creo que es lo más probable, a menos que la inflación se acelere de manera importante, de modo que deberíamos ver solo aumentos graduales en las tasas largas en Estados Unidos.
En Chile, la desaceleración de la economía local y una inflación subyacente lejos del 3% por un buen tiempo, llevaron al Banco Central a recortar la tasa de política monetaria (TPM) en 50 pbs. ¿Qué pasará hacia adelante con la TPM? La autoridad ha preferido la cautela, poniendo sesgos neutrales en los comunicados, pero enfatizando que no tiene problema en mover las tasas si lo juzga necesario.
El riesgo de no clarificar qué se espera de la TPM en el mediano plazo es que el gradual o abrupto aumento de las tasas externas presione al alza las tasa locales, especialmente las de 3 o más años, a pesar de que el Banco Central realice nuevos recortes. Para evitar este escenario, el Banco Central deberá comunicar con mayor claridad qué espera de la TPM en el futuro. Algo que, por lo demás no es extraño para el Banco Central.
Después de todo, como enfatizan Jordi Galí y Mark Gertler, una de las lecciones más importantes de la teoría monetaria moderna es que la política monetaria no es solo elegir el nivel actual de la tasa de interés, sino que también “comunicar transparentemente las intenciones futuras”. No se trata de un compromiso, como lo hecho por la Fed, sino que de entregar una guía que ancle las expectativas. La hasta ahora exitosa experiencia comunicacional de la Fed sugiere que es un camino atractivo de explorar.