El verdadero poder es el servicio, en todo orden de cosas. Incluso desde un punto de vista económico, nuestro país le debe más a las empresas dedicadas a los servicios que a las de manufacturas, propiamente tales. Pareciera ser que todo trabajador, profesional, se dedica a “servir”. Valoramos el buen servicio. Lo exigimos. Lo pagamos, y bien. Pienso en la telefonía. No hay gran diferencia entre una compañía y otra. Al final del día, lo que se valora es su “servicio”: prontitud, amabilidad, flexibilidad, claridad. Intangibles todos que le agregan un valor adicional a lo que se vende.
Pero hay un servicio especial, que debería valorarse aún más, que es el desinteresado, aquel que se realiza sin esperar nada a cambio. Ese es el que vale. El servicio al más necesitado, al que no me puede devolver la mano. El Papa Francisco lo dijo en relación a la labor de la Iglesia. Es servir. Incluso el sufrimiento es “servicio” desde la perspectiva de la fe. Ofrecer lo que se sufre por amor a los demás. La cruz es el “culmen luminoso del servicio”.
“El verdadero poder es el servicio. El Papa ha de servir a todos, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños”, lo dijo al inicio de su pontificado. Vale para todos los cristianos y hombres de buena voluntad.
“Cómo Jesús, que no vino para ser servido, sino para servir. Su servicio ha sido el servicio de la Cruz. Él se humilló hasta la muerte, la muerte en la Cruz, por nosotros, para servirnos a nosotros, para salvarnos. Y no hay otro camino en la Iglesia para seguir adelante. Para el cristiano, ir adelante, progresar, significa abajarse. Si no aprendemos esta regla cristiana, nunca, nunca seremos capaces de entender el verdadero mensaje de Jesús sobre el poder”, dice el Papa.
La fe regala una sensibilidad especial para ver la necesidad del otro. Quien cree de veras, cambia de vida, abre los horizontes, sale de sí, va al encuentro y la necesidad del otro.
El Papa Francisco utilizó un neologismo muy suyo: el cristiano “primerea”, al igual que Cristo. Se adelanta a las necesidades del otro. Como la Sma Virgen se adelantó ante la falta de vino en las bodas de Caná, así también el creyente debe adelantarse a las necesidades del otro.
Hemos construido una cultura egoísta, en que nos movemos casi solo por intereses personales. Los chilenos nos contamos entre los menos solidarios de países similares al nuestro. Las comparaciones son odiosas pero necesarias para mejorar. Bueno es revisarse qué tan servicial y proactivo soy. Tarea para la casa.