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Educación gratis… ¿para todos?

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A meses de las elecciones presidenciales, el “ofertón” de propuestas da para todos los gustos. Popular entre algunos candidatos ha sido el slogan de “educación gratuita para todos”. Sí, independiente del nivel de ingreso del hogar, todos debiesen tener acceso a una educación gratuita de calidad, claman algunos. Sin duda, la intención de una política como ésta es noble. Sin embargo, el resultado final pudiese ser poco beneficioso justamente para los hogares más pobres.

Pongamos el caso de la Sra. Juanita, cuyo ingreso es bajo. Sólo alcanza para comprar diariamente los alimentos mínimos para subsistir. Ni pensar en gastar dinero en mandar a la universidad al hijo talentoso de la familia. Simplemente, el presupuesto no alcanza. Por el contrario, la señora María Pía vive en un hogar donde el ingreso alcanza para mucho más: matricular al hijo único de la familia en una universidad, comprar buenos vinos y viajar fuera de Chile para las vacaciones.

Suponga ahora que el candidato “noble” es elegido e implementa la educación gratuita para todos. Suponga, por el momento, que tal política se financia con un impuesto parejo a Juanita y María Pía. ¿Cuál es el resultado? Juanita efectivamente tendrá la opción de matricular a su talentoso hijo en una buena universidad. ¿Lo hará? No necesariamente. Parte del ingreso que recibía Juanita deberá entregarlo al gobierno en forma de impuestos. Después de pagar sus impuestos es probable que a Juanita no le alcance para pagar las cuentas del supermercado. Si su talentoso hijo tiene alguna oportunidad de convertirse en un segundo preceptor de ingresos lo hará. El resultado es que el hijo de Juanita no logra ir a la universidad y dicho hogar termina pagando más impuestos que antes.

María Pía hubiese matriculado a su hijo a pesar de la gratuidad de la educación. Sin embargo, ahora no deberá gastar los millones anuales que tenía pensado desembolsar para la educación de su hijo, por lo que tendrá -neto de los mayores impuestos que paga- un ingreso ahora. Posiblemente, ese ingreso extra lo gastará en un nuevo viaje anual fuera del país. El resultado entonces de la política de gratuidad es que ¡los impuestos de Juanita financian los viajes de María Pía!
Usted puede argumentar que la falacia del argumento expuesto anteriormente radica en que no es necesario que Juanita pague impuestos para financiar una educación universalmente gratuita. Debe ser María Pía quien financie la gratuidad de la educación, argumentaría el candidato “noble”. Es obvio que, en dicho caso, la educación dista mucho de ser gratuita para María Pía. Además, una política de gratuidad universal no sería la manera más adecuada de gastar los recursos recaudados.

Familias como la de la señora Juanita tienen necesidades no sólo en educación, sino también en otras áreas tales como salud y vivienda. En vez de utilizar los recursos de todos los chilenos para financiar los viajes de Maria Pía, gastémoslos, por ejemplo, en facilitar el acceso a una salud de calidad para la familia de Juanita o en mejorar la calidad de su vivienda. Familias como la de la señora Juanita, sin duda lo agradecerán.

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