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Dimisiones en Europa ¿y en España?

Se veía venir: en febrero el presidente de Alemania, Christian Wulff, dimitió. La justicia determinará si delinquió...

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Se veía venir: en febrero el presidente de Alemania, Christian Wulff, dimitió. La justicia determinará si delinquió. Como tantas otras veces, la perdición de Wulff no está tanto en el incidente mismo (un préstamo no declarado y unas vacaciones en la residencia de un amigo millonario) como en ocultar la verdad. Clinton estuvo a punto de perder la presidencia, no por haber vivido un affaire amoroso con la becaria, sino por haber mentido. Se acepta la debilidad humana, pero una vez que el culpable es pillado con las manos en la masa, tiene que actuar en consecuencia: dimisión, comparecencia ante el juez, restitución de lo robado, devolución del título de doctor…


La del ex presidente alemán se alinea con otras dimisiones: el presidente del Banco Central suizo renunció, porque su esposa se benefició de información privilegiada en la compra de divisas; el ministro británico de Energía se fue por haber endosado a su mujer una multa de tráfico… en 2003. Si comparamos esos episodios con la política española, llama la atención lo fino que se hila en esas democracias europeas. Lo que en España apenas merece una alusión en cualquier debate, allí provoca un auténtico escándalo.

¿Cómo lograr una cultura cívica española similar a la de alemanes, suizos o ingleses? Lo primero, no caer en el simplismo: es verdad que algunos políticos no están a la altura, pero otros muchos son honestos y trabajadores. Hay que apoyar y premiar a los buenos, aunque no sea más que con palabras de ánimo a través de las redes sociales y con el voto en las elecciones: que sientan que no son gente rara. Y no hay que cansarse de denunciar a los malos. Los expertos en comunicación saben que para lograr que un mensaje llegue a calar, hay que repetirlo sin cansancio. Lo mismo vale para la denuncia: la reiteración de las conductas indeseables no puede llevar a un embotamiento de la conciencia ciudadana.

Otro elemento destacable de la crisis alemana: Angela Merkel anunció en su momento que negociaría con los partidos de oposición un candidato de consenso para ocupar la presidencia: el 19 de marzo el independiente Joachim Gauck asumió como nuevo presidente alemán.

La crisis española no es comparable a la alemana, estamos mucho peor que ellos. Los asuntos en juego lo requieren, y la ciudadanía española lo espera con impaciencia.

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