DF Conexión a China | En China, no apuestes contra la economía impulsada por inversión
Arthur Kroeber Jefe de investigación de Gavekal Dragonomics y autor de “La economía de China: lo que todos necesitan saber”© 2021 The Financial Times Ltd.
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Arthur Kroeber
El año pasado, China tuvo la recuperación económica más rápida de la pandemia de coronavirus de cualquier país importante. Este año pudiera ser el primero desde la década de 1970 en el que crece más lentamente que Estados Unidos. ¿Se está debilitando China?
En una palabra: no. La economía de China está en buena forma, y los legisladores están aprovechando esta fortaleza para abordar problemas estructurales como el apalancamiento financiero, la regulación del Internet y su deseo de hacer de la tecnología el principal generador de inversión.
La comparación con el crecimiento de EEUU es engañosa, ya que las cifras interanuales nos informan acerca del momento de las recuperaciones post-Covid, no acerca del potencial de crecimiento subyacente. China controló el coronavirus antes que nadie y disfrutó de un sólido repunte que alcanzó su punto máximo en el primer trimestre de 2021.
EEUU experimentó dificultades durante más tiempo, y registrará la mayor parte de su recuperación post-Covid este año. En una base promedio de dos años, China está creciendo alrededor del 5%, mientras que EEUU está muy por debajo del 1%. Para fines de 2021, EEUU debería estar de vuelta alrededor de su tendencia prepandémica de crecimiento anual del 2.5%. Durante los próximos años, China probablemente seguirá creciendo a casi el doble de la tasa norteamericana.
Las perspectivas de crecimiento de China ayudan a explicar el repunte del renminbi. Durante el año pasado, la moneda china subió un 11% frente al dólar. Y después de un mediocre primer trimestre, la unidad china ha subido un 2% frente al dólar desde el 1 de abril. Esta es, en parte, una respuesta mecánica ante un dólar que actualmente se está debilitando estructuralmente. Pero también refleja las fortalezas subyacentes de China.
El sector de las exportaciones sigue teniendo rendimientos superiores, a pesar de los tres años de guerra comercial de Donald Trump y de las disrupciones ocasionadas por el Covid. Esto demuestra la solidez de China como base de fabricación; la amplitud de los productos que puede producir; y la habilidad de sus exportadores para afrontar tiempos difíciles.
Las entradas de capital representan otro factor. Durante mucho tiempo, China ha sido el segundo destino más importante del mundo para la inversión directa, detrás de EEUU, con cerca de US$ 150 mil millones al año y (quizás temporalmente debido a Covid) ocupó el primer lugar en 2020. Esto continuará debido a que las multinacionales consideran a China como una parte crucial de sus estrategias globales.
El gran cambio está en los flujos de inversión de cartera, insignificantes hace unos años, pero ahora sustanciales. Desde 2017, los inversionistas extranjeros han triplicado sus tenencias de bonos chinos, a unos Rmb3.6 billones (US$ 559 mil millones), y actualmente poseen alrededor del 3.5% del mercado. Las entradas de valores han sido comparables.
Cíclicamente, los mercados de valores chinos se están tomando un respiro, ya que las ganancias corporativas han alcanzado su límite superior y la política crediticia se está endureciendo. Los bonos son más atractivos: China es el único emisor soberano importante que ofrece rendimientos reales positivos. A largo plazo, tanto los inversionistas en acciones como en bonos querrán aumentar su exposición a China.
La cuestión clave ahora no es el ritmo de crecimiento de China, sino su composición.
A pesar de numerosos llamamientos para que China “reequilibre” su economía llevándola de un modelo impulsado por la inversión a un modelo impulsado por el consumo, esto no es lo que los líderes del país tienen la intención de hacer. Ellos creen que la inversión impulsa el crecimiento, a lo cual le siguen los ingresos y el consumo. El papel de la política no es apoyar la demanda, sino dirigir el capital hacia las inversiones correctas.
Durante las últimas dos décadas, la vivienda y la infraestructura han sido significativos impulsores de inversión, conforme China se urbanizaba. Su contribución al crecimiento ya está en declive, y tendrá que reducirse mucho más para que el país alcance su objetivo de limitar las emisiones de carbono para 2030. La producción de acero, cemento y otros materiales de construcción genera la mayor parte de las emisiones de dióxido de carbono de China.
Beijing ya ha impuesto restricciones a la producción de acero. Pero tendrá que hacer mucho más para frenar la industria pesada. El control del apalancamiento financiero también es fundamental, ya que los gobiernos locales asumen gran parte de la deuda de China para financiar la infraestructura, los desarrolladores de viviendas y las empresas estatales de la industria pesada.
El nuevo motor de inversión atractivo es la alta tecnología, y está siendo respaldado por políticas que incluyen el programa “Hecho en China 2025”, para mejorar las capacidades de fabricación y la financiación masiva para nuevas plantas de semiconductores. La visión tecnológica de Beijing prioriza las inversiones en hardware sobre el Internet de los consumidores. Incluso mientras vierte dinero a manos llenas en plantas y fábricas, está endureciendo las regulaciones impuestas a las grandes compañías de Internet, tanto para controlar los riesgos financieros y de mercado como para limitar el poder político de estos gigantes de propiedad privada.
Esta orientación de política puede parecer cuestionable para quienes se criaron en la ortodoxia de la demanda de las economías occidentales. Pero el enfoque de China impulsado por la inversión ha generado altos rendimientos durante muchos años, y existen buenas razones para pensar que seguirá haciéndolo en la próxima década.