Hace unos días, en el marco de una investigación del Instituto Res Publica en Cuba, surgió el debate sobre cuál es la relación entre la democracia y el crecimiento económico.
Para algunos, como Milton Friedman, sólo un gobierno democrático asegura las instituciones que favorecen el crecimiento del PIB. Para esta postura, en una verdadera democracia los desfalcos económicos serían denunciados a través de la libertad de prensa, y los candidatos saldrían elegidos por proponer programas distintos a los que causaron la pobreza. El problema es que incluso Friedman reconoce que algunas políticas en democracia podrían desacelerar el crecimiento. Además, hay ejemplos de gran progreso económico bajo gobiernos autoritarios; Pinochet en Chile y Chiang Kai Shek en Taiwan, son ejemplos siempre citados al discutir este tema. Y son múltiples los estudios que han intentado comprobar la tesis de Friedman sin llegar a conclusiones definitivas. ¿Cuál es entonces la solución?
Según Gary Becker, profesor en Chicago y Premio Nobel de Economía, lo que en realidad sucede es que el bienestar económico es el que favorece la democracia y no al revés. Para él la gente en los países más ricos comienza a viajar más, a leer más y a informarse de los que pasa en el mundo. Ya no quieren solamente tener éxito económico, sino que además libertad, incluyendo la de elegir a sus autoridades. Y esto no es compatible con un gobierno que censura lo que se puede leer y niega la posibilidad de candidatos que no sean del partido oficial.
El tema es discutible y tremendamente relevante, porque es esta postura la que permitiría, por ejemplo, augurar un futuro democrático para China. Creo que parte de la solución es entender que hay gobiernos autoritarios a lo largo de la historia que han tenido algunos factores propios de la democracia y otros gobiernos que, bajo la fachada de una democracia formal, y de elecciones periódicas, son similares a una tiranía. De este modo, conviene preguntarse cuáles son las condiciones realmente necesarias para alcanzar el crecimiento. Y la respuesta parece ser una mezcla entre libertad económica y libertad política.
Es esto a lo que quizás se refería Chesterton cuando decía que no se puede hacer una revolución para tener la democracia, sino que hay que tener la democracia para hacer una revolución.