Probablemente el mérito del ministro de Hacienda, Felipe Larraín, fue plantear un manejo fiscal más audaz que le permitió elevar sustantivamente el gasto efectivo. Podrá decirse que hubo un terremoto de por medio, pero la actual administración planteó una estrategia para incrementar los ingresos corrientes y, a la vez, aplicar un ajuste tributario que redujo los impuestos directos sin menoscabar la recaudación.
¿En qué radica esta bonanza fiscal transitoria? Un incremento importante de los ingresos estructurales derivados de mayores estimaciones de largo plazo para el precio del cobre y el crecimiento económicoque se reforzó con la recaudación transitoria de ajustes de tributación por la reconstrucción. Adicionalmente, se planteó una operación fiscal con déficit estructural para su período de gestión, lo que permitió a Larraín elevar el gasto en toda la línea y recuperar el ahorro fiscal con la consiguiente capitalización del Fondo de Estabilidad Económica y Social. Esta estrategia ha dejado contra la pared al futuro equipo económico porque las demandas sociales ya no son latentes, sino que la ciudadanía apuesta por hacerlas efectivas.
El contexto fiscal es bastante auspicioso en materia de sustentabilidad del gasto público en el corto plazo: la deuda interna y externa se encuentra en niveles muy moderados aportando importantes holguras financieras; aunque el crecimiento se desacelere, la demanda interna sostendrá la recaudación indirecta por la vía del consumo, mientras que la inversión entrará en un ciclo menos expansivo. El jaque para la nueva administración se planteará en el discurso a la Nación de mayo de 2014, ya que abandonar la regla de déficit de 1% implica una contracción inmediata del gasto efectivo financiable. Con una audacia meridiana, es posible plantear un mayor déficit, del 2% por ejemplo, a la espera de ajustes estructurales que aseguren una mayor recaudación, y en ese momento relajar gradualmente la presión hasta que se consolide el nuevo modelo de tributación directa.
En la línea del impulso al crecimiento, la política fiscal es un instrumento central en un marco progresista, mientras que en uno de corte neoliberal no se usa activamente. La capacidad de endeudamiento, junto a la baja carga tributaria que hoy exhibe Chile, son fuentes importantes de recursos para recuperar la competitividad productiva. Así, el modelo de gestión del presupuesto es una señal clara frente a los desafíos sociales, en un marco de sustentabilidad financiera, productiva y social.