Este año comenzó con una novedad no menor: el economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Olivier Blanchard, reconoció como un “error” del organismo haber recomendado recortes y duros ajustes a los gobiernos europeos a la hora de la crisis. No vieron que si los gobiernos asumían las estrategias de ajustes -como lo hicieron- esa austeridad acabaría con el crecimiento.
El documento del FMI fue dado a conocer el jueves 3 de enero, bajo el título de ‘Errores en el Pronóstico de Crecimiento y Multiplicadores Fiscales’. Aunque el informe no lleva la firma de la directora general del FMI, la francesa Christine Lagarde, (porque nunca se hace) al tener la del jefe de estudios del organismo y uno de sus colegas provocó la atención mundial, especialmente en Europa.
¿En qué se equivocó el FMI? En hacer pronósticos usando multiplicadores fiscales de 0,5, cuando en realidad la cifra sería de 1,5. Eso significa que por un dólar que recorta el Ejecutivo de su presupuesto cuesta a la economía del país US$ 1,5.
Por cierto, la reacción en España y Portugal -y para que decir Grecia- ha sido dura. Si se hubiera recomendado medidas de austeridad no tan severas esos países habrían podido enfrentar la crisis con menor costo social.
El documento es serio y, por cierto, no excluye las medidas de contracción en el gasto en situaciones de endeudamiento y déficit como los vividos en esos y otros países europeos. Pero deja claro que esas medidas deben aplicarse teniendo en cuenta sus efectos negativos. Sobre todo en lo social.
América Latina sabe lo que provocan esas políticas de ajuste del FMI, aplicadas aquí en los 90. En esta vuelta le tocó a Europa y de nuevo han demostrado su error.
Es importante tener a mano este análisis cuando se acerca la Cumbre entre Celac y la Unión Europea. Y ello, porque en esta cita los países de América Latina y el Caribe mostrarán estar sólidos para enfrentar la crisis económica mundial, mientras los europeos vienen débiles.
El itinerario de los latinoamericanos en los últimos años señala una capacidad de manejo responsable de la macroeconomía, una política de ahorro en la mayoría de los países, unido a un persistente criterio de incrementar el crecimiento por la vía de políticas de desarrollo social y de estímulo al consumo interno. Ello, por cierto, reforzado por la oportunidad de diversificar sus mercados externos, donde han sido determinantes los vínculos comerciales con China.
Cuando los líderes de las dos regiones se sienten a la mesa común, los países de Celac podrán señalar que han finalizado 2012 con una expansión del producto interno bruto (PIB) de 3,1%, mayor al crecimiento mundial esperado (2,2%). Es verdad que ese crecimiento es menor que el 4,3% de 2011 -demostrando que la crisis económica global igual golpea-, pero ratifica la capacidad de la región para enfrentar estos tiempos duros. El incremento de los salarios y la disminución del desempleo urbano al 6,4% son datos concretos.
Es cierto, como indicó la Cepal en diciembre pasado, que las mayores economías en la región, Argentina y Brasil, tuvieron una disminución en su crecimiento, sobretodo en el país trasandino. Ambos países representan el 41 % del PIB de América Latina, por eso son positivos los anuncios de más crecimientos allí durante 2013.
Así como los países de Celac querrán saber cómo superará Europa su recesión -y, sobretodo, cuando podría tener fin-, los europeos también querrán enterarse cómo seguirá manejando América Latina el buen período por el que pasa. Y la respuesta tendrá que remitirse a cuatro desafíos mayores, cualquiera sean los gobiernos en los diversos países: a) aumentar la inversión público y privada; b) persistir en las políticas que busquen mejorar la distribución y disminuir la desigualdad; c) avanzar sustancialmente en innovación e incorporación tecnológica; d) mantener las tendencias de crecimiento.
El continente latinoamericano emerge más sólido que nunca para un nuevo diálogo con Europa.