Economía y cultura
Carmen Gloria Larenas Directora general Teatro Municipal de Santiago
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Carmen Gloria Larenas
Es difícil abstraerse de la realidad económica, en especial en estos días, porque inevitablemente termina alcanzando a todos los sectores. La cultura no escapa a esto, como tampoco el hecho cierto, y pocas veces abordado, de que las dinámicas culturales impactan en el devenir económico.
Los efectos de la economía en la cultura son elocuentes: espacios con puertas cerradas, con ingresos marginales o iguales a cero, en países privilegiados con un aforo (capacidad de una sala) reducido a un 30% hasta un tiempo indeterminado y, en varias partes, sólo con un 13% del público dispuesto a volver a actividades masivas de entretención si las medidas sanitarias ofrecen seguridad. El mundo cultural tendrá, entonces, que invertir para garantizarla en un contexto muy complejo. Para graficarlo, el INE publicó que las actividades recreativas han bajado 81,3% respecto de junio de 2019. Qué paradoja que el mismo sector que fue ignorado por meses en las propuestas fiscales, pese a su dramática caída, sea, a fin de cuentas, relevante para explicar el retroceso generalizado. Y así es como funciona una sociedad, todo está conectado.
¿Cómo hacemos, entonces, para reactivar un sector que tiene características propias como la intermitencia? Esta particularidad, que es propia de la creación, deja sin ingresos al artista durante el proceso creativo que luego puede obtener cuando se presenta al público. Además, es un sector que ha tenido costos al alza (remuneraciones y costos de producción) y una oferta restringida (espacios culturales), todo lo cual ha elevado los precios con consecuencias desafortunadas. Más que atribuirles un carácter elitista a las artes, lo cierto es que simplemente han estado costando demasiado para muchas personas, en especial aquellas cuyo resultado es un gran espectáculo.
Pero existe la otra dimensión, el cómo la cultura tiene efectos en la economía. Hoy la tendencia entre los economistas es el estudio de la economía conductual, es decir, el efecto del aprendizaje y las emociones -entre otros- en las decisiones económicas. Algo de eso hemos apreciado durante la cuarentena. Ha sido el mundo de la cultura, en un sentido amplio, el que ha ayudado a contener a las personas en un encierro forzado. Durante este tiempo -y después en la apertura-, las artes han inspirado mentes, abierto puertas y ventanas para igualmente hacer volar el espíritu de las personas.
Este precisamente es uno de los motores que nos sacarán del oscuro invierno económico. Es el universo cultural el que nos permitirá enfrentar una realidad que será más desafiante y que tendrá más precariedad material, no necesariamente artística ni cultural. Esa “sobrevivencia” sobre el tejido social nos inspirará para crear nuevos modelos de negocios, en busca de nuevos equilibrios entre lo interno y lo externo, lo material y lo inmaterial. Aunque la economía y la cultura se muevan por lógicas diferentes, ambas válidas y necesarias, sus destinos convergen porque al final son las propias personas las que les dan vida.