Camarón que se arrastra, también se lo lleva la corriente
Joaquín Barañao Pivotes
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Joaquín Barañao
1.362 días, o 3,7 años, es, a escala humana, un lapso sustancial. Nueve meses más de lo que le tomó a Sebastián Elcano completar la primera vuelta al mundo, o 2,6 veces lo que tardó Newton en escribir su portentosa Principia Mathematica. Pues bien, ese es el promedio de tramitación de los estudios de impacto ambiental en Chile.
En el Chile Day en Toronto, el ministro Marcel mostró con entusiasmo las formidables condiciones naturales de Chile para producir hidrógeno verde (o amoniaco verde, quizás más atractivo en vista de las dificultades de transporte del hidrógeno). En efecto, hay pocos lugares en el mundo donde el viento sopla de manera más sostenida que en Magallanes, y ni un solo lugar de mayor radiación que Atacama. Sin más información que esa, Chile pintaría para la futura Arabia Saudita del combustible sintético. Otra cosa es cuando los inversionistas se enteran de que, en caso de lograr la aprobación ambiental, el inicio de faenas ocurrirá en el ciclo del siguiente Mundial FIFA.
“Asociar agilización de procesos con reducir estándares es un error. Es posible ser exigentes y resueltos a la vez. Eso sería la mejor manera de dar vida a la industria de hidrógeno o amoniaco verde”.
Eso, claro está, si la iniciativa no se judicializa. Entre el ingreso de las reclamaciones al tribunal ambiental y las sentencias transcurre un promedio de 366 días corridos. En caso de que se presente un recurso de casación ante la Suprema, hay que sumar 314 días adicionales. Si toca recorrer el camino completo (y son ya 178 los proyectos judicializados, por lo que la probabilidad es alta) la esperanza es resolver el caso en 2.042 días, o 5,6 años.
Quien no esté familiarizado con el ambiente de las inversiones podría pensar que semejantes dilaciones son una mera molestia; que al final lo que cuenta es que el proyecto se haga. No es así en el mundo de los negocios. Los retrasos disminuyen la rentabilidad medida en contante y sonante, la métrica reinante a la hora de escoger dónde invertir.
¿Y por qué se vuelve tan literal aquello de que el tiempo es dinero? Por lo que los economistas llaman valor presente del dinero: un peso hoy vale más que un peso mañana. Hoy en Chile la tasa social de descuento es de 6% real anual, lo que quiere decir que, si un proyecto público tarda 2.042 días solo en permisos ambientales (sin considerar el inevitable periodo de construcción y/o implementación), el primer peso de utilidad vale solo 0,72 pesos de hoy. ¡Un 38% menos! Los proyectos privados se calculan con tasas más altas, por lo que la brecha es todavía más ancha.
A esto hay que sumar que durante el período en que no genera ni un peso, nuestra hipotética empresa extranjera debe seguir pagando oficinas, gastos administrativos y personal, al menos el requerido para la tramitación ambiental.
Chile posee condiciones extraordinarias para las energías renovables, es cierto, pero eso es solo una parte de la evaluación de un proyecto. Sin agilizar nuestros procesos, áreas con un poco menos de viento o un poco menos de radiación -pero mucho menos espera para iniciar la recaudación- pueden exhibir números más azules que nosotros.
Algunos asocian agilizar con reducción de estándares. Es una falsa dicotomía. Es de sobra posible ser igual de exigentes, pero mucho más resueltos. Eso sería la mejor manera de dar vida a la industria de hidrógeno o amoniaco verde, y con ello a la forma más eficaz de reducir nuestra huella de carbono.